Fíjate. Hoy ni te he escuchado la voz. Solo con tres mensajes que me has enviado sabía que te pasaba algo. Y me imaginaba obviamente que se trataba de esa paranoia mental que te montas de cuando en cuando.
¿Por qué estuviste llorando? ¿Por qué quieres vivir en otro sitio? ¿Qué te ocurre?
¿¡QUÉ TE HEMOS HECHO NOSOTROS!?
Si no hemos hecho otra cosa que darte alegrías en la vida. Aquí has podido realizarte como persona. Puede ser que sientas en ciertos momentos que estás tocando techo pero es obvio que las personas como tú jamás se van a dar por satisfechas con lo que sea que quiera que tengan.
Estamos condenados. Estamos condenados a ser infelices porque no podemos llegar al punto al que nos gustaría. Y, ¿sabes qué? Nunca llegaremos. No porque no seamos capaces de llegar alto si no porque somos inconformistas por naturaleza.
Así que párate. Piensa.
Piensa en lo afortunado que eres.
En todo lo que tienes.
En toda la gente que te quiere.
En el paraíso en el que vives.
Y en que la felicidad no depende de ese tipo de cosas que te frustran la mente.