La cuestión nacional no se resolverá de un plumazo, con una ley, tribunal o sentencia, solo con trabajosos acuerdos políticos aceptados mayoritariamente por las sociedades implicadas, podrá intentarse convivir, acuerdos que nunca podrán realizar jueces ni militares. Y ni siquiera los grandes acuerdos garantizan la perdurabilidad de los mismos, como ocurre con la Constitución.
El problema es real, y la peor forma de abordarlo sería pensar que se trata de dos partes que discuten por cabezonería. Las Españas fueron una realidad, como lo fue España, ambas realidades tuvieron cuerpo, precisamente el problema perdura porque ambas encuentran razones y argumentos para mantener posturas, al margen de que se cuelguen por el camino argumentos torpes, erróneos o torticeros en ocasiones.
Que ambas partes se apoyen en argumentos históricos no significa nada más que hubo pasado y no que ese pasado tenga legitimidad para instalarse ahora, para lo cual además, previamente habría que ponerse de acuerdo en cómo interpretarlo. Se puede llegar a acuerdos prescindiendo de parte del pasado, reconocer historias comunes y construir un camino aceptado a partir de ahí, como intentaron los pactos políticos que dieron lugar a los acuerdos constitucionales del 78, pero la realidad se mueve y volvemos a estar en posiciones de partida. Estamos de vuelta sin haber llegado, como en tantas ocasiones, hemos recorrido un camino casi federal nunca terminado de aplicar y ya estamos en una casi confederación.
La inexistencia de órganos colectivos para las autonomías es una deficiencia que impide aposentar el espíritu federal constitucional, todavía sin que el Senado ejerza de cámara territorial y podría dejar de servir antes de ser puesto en marcha. La inexistencia de órganos institucionales comunes ha conducido a una permanente relación bilateral, de cada autonomía con el Estado, principalmente de las nacionalidades históricas Cataluña y Euskadi, negociando bis a bis, como en las confederaciones.
La ceguera de una parte de los nacionalistas españoles representados por el PP, al frenar cualquier desarrollo federal, su empecinamiento en negar papel federal al Senado, al tiempo de negar cualquier órgano colectivo, como la Conferencia de Presidentes propuesta por Zapatero, nos está acercando a las puertas de una confederación, salvo que se piense en impedir las tensiones nacionalistas por la fuerza, con lo que estaríamos como años atrás y volvería a plantearse en generaciones venideras el mismo problema.
En el PSOE existen posturas diferentes sobre el asunto que trataron de ponerse de acuerdo hace pocos años en Santillana. Los socialistas tradicionales, la izquierda tradicional, nunca compartió la deriva de Maragall y el PSC hacia posiciones catalanistas y aceptó a regañadientes las directivas de Zapatero para aceptar el concepto de España Plural, nunca suficientemente desarrollado, como otras ideas de Zapatero carentes de discursos apropiados y así llegó el Estatuto, que hizo mucho daño dentro de las filas socialistas, porque efectivamente enfrentó posturas diferentes. El PSC hoy continúa ahondando sus posiciones nacionalistas.
Las posiciones de grupos a la izquierda del PSOE desde la transición, han sido de apoyo a los nacionalistas, con algunas excepciones. Desde los últimos días del franquismo se desató una amplia corriente de simpatía popular ante todo lo que significara nacionalismos, quizás soportada, en que se destacaba el componente de lucha contra el estado central y éste era identificado solo con el Estado Central Franquista. Recuerdo movilizaciones con aquellos aires festivos de libertad a favor de nacionalismos hasta en Castilla, toma ya, arropadas por fuerzas de extrema izquierda.
Algunos recordamos como durante la transición grupos de extrema izquierda y anarquistas, en principio no nacionalistas, apoyaban habitualmente a la izquierda abertzale y que poco a poco fueron diluidos en el magma nacionalista. Hasta llegar a los apoyos de IU-vasca al gobierno de derechas democristiano y nacionalista del PNV. Se olvidó aquello del carácter de clase y del internacionalismo, precisamente en un mundo global todo se enfocó mas local y así durante un tiempo en el imaginario colectivo de mucha gente se ha unido el movimiento nacionalista con un cierto carácter de izquierda y libertario, lo cual llama la atención ya que en España el movimiento nacionalista tiene un gran componente derechista y religioso, (la iglesia es nacionalista) y grandes dosis de xenofobia y racismo como mostró ampliamente el plan Ibarretche a través de declaraciones y textos.
Craso error de fuerzas de extrema izquierda durante la transición y aún hoy de muchos individuos que se reclaman de la izquierda, anteponiendo amplias simpatías por los colores nacionalistas antes que por los colores rojo-verde-malva. Tendríamos que diferenciar, entre dos posturas, a) que uno se la juegue en pos de la libertad para que otro pueda opinar y b) otra diferente es que comparta lo que aquel dice. Una cosa es defender el derecho a expresarse por todo el mundo y otra distinta es quedarse sin voz porque se la apropie otro. Una cosa es reconocer la existencia del problema y la necesidad de encontrar solución y otra distinta es callar y aceptar solo aquella otra solución.