Artur Mas lleva semejante borrachera con lo de la independencia que, cuando se ha puesto a consultar, la pregunta le ha salido doble. "¿Quiere usted que Cataluña sea un estado? Y, si es así, ¿independiente?" Alguien, con un poquito más de sobriedad, ha debido de sugerirle al paladín del tipo test, que definiera lo que es un estado, a lo que Artur ha contestado resolutivo: "¡Pónganlo en mayúsculas!". Parece ser que, a un catalán, la cuestión en mayúsculas se le despeja como una X, sin embargo, a mí, que no lo soy, se me acentúa la cara de pasmo. Más o menos de la misma manera en que lo haría si, cuando voy a casa de mi madre, me preguntara: "Hija mía, ¿te apetece un bocadillo? Y, si es así, ¿con pan?". "Y, si no es así, ¿cómo es?, ¿con mortadela sólo?" "No, mujer, un bocadillo con mayúsculas". Llámenme alarmista, pero yo, a mi madre, me la llevaría a urgencias.
A Artur Mas, madre del independentismo, se le ha puesto a parir con tanta insistencia que, al final, ha alumbrado un engendro engañoso y ridículo. Un sí pero no. Un poner a la Historia (con mayúsculas) a mover sus silenciosos engranajes hacia la degradación. Eso que estudiarán, si les dejan, las generaciones venideras y que empieza a abundar en animaladas de todo pelo y plumaje para regocijo de quien tenga el placer de transcribirlo, a mí, un puntito de vergüenza ya me da, aunque no sea yo quien se preste a salir en la foto. ¿Qué dirán quienes tengan la obligación de recordarnos?: "Los españoles del siglo XXI, ¿eran tontos? Y, si es así, ¿de capirote?"
Como contraprestación, el hecho de que CIU, ERC y el independentismo en estado puro estén hoy de champanada creyéndose que han alcanzado un acuerdo, me da una risa que me lo cura todo. Como diría mi amigo Recio, "tengo el besugo fresquísimo". La(s) pregunta(s) formuladas para una consulta que no lleva visos de tener lugar, sólo podrían dar como resultado un soberano NO a la independencia. Pero los independentistas están tan convencidos de llevar razón que pierden siempre y ni se enteran. En el fondo, España, les hace el favor de su vida no permitiendo que Cataluña responda, porque la prohibición les otorga un victimismo triunfalista envuelto de una falsa razón que la realidad les quitaría. No se gana queriendo tener razón, sino defendiendo la postura con la contundencia que no lleva esta diarrea de última hora.
En cualquier caso, y sin resolver lo irresoluble, que ningún español se lleve a sustos innecesarios porque Mariano ha asegurado que esa consulta no se va a celebrar y, si por algo se conoce a Mariano, es por decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
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