“Indí (Pasticciaccio Argentino)”, de Enrique M. Butti

Publicado el 20 agosto 2013 por Barcoborracho

Ed. Losada, Buenos Aires 1998
“las dalias, dopadas en su obeso estoicismo…” pp. 18
En los años 20 del siglo pasado, Carlo Emilio Gadda, entonces un joven ingeniero italiano, desembarcó en el Chaco Argentino para trabajar contratado por compatriotas. Permaneció dos años y escribió posteriormente al respecto una novela: El aprendizaje de dolor. Pero entonces, no era más que un técnico; la literatura estaba germinando y fermentando en él. Años después, como todos sabemos, llegaría a ser uno de los escritores más singulares del siglo XX.
Enrique M. Butti ubica esta aventura en la novela de que nos ocupamos.
Aquí el primer cuestionamiento: al escribir sobre alguien como Gadda (podríamos decir Machado de Assis, Joyce, Broch) , a quién debemos dar primacía, ¿al hombre o al escritor? ¿Son dos seres distintos o acaso una misma cosa? Si un escritor es tanto su obra como su vida, entonces la sinécdoque es posible desde cualquier punto de partida: tomamos un párrafo de alguno de sus libros y explicamos su infancia; o bien tomamos un par de años y explicamos su obra. ¡Si las cosas fueran tan sencillas!
Butti, en este libro, toma como fundamento biográfico la estadía chaqueña de Gadda, pero el que está en la región y época de la historia es la escritura de Gadda, su forma de contonear palabras, su sensualidad verbal, su literatura. Indí… entrama novela de aprendizaje y policial. La narra una voz insolente, hipersensible a los matices del mundo, y cobija en su discurso la polifonía chaqueña de la época en que transcurre la historia: es decir, el que llega a la Argentina es nada menos que el Zafarrancho… gaddeano.
La prosa florida entrecruza varias tradiciones: la densidad cómica de Quevedo, el detallismo paranoico de Gombrowicz (en cierta medida, Indí puede leerse como la contracara del Diario Argentino), los modismos italianos y algunas variaciones lingüísticas supongo que fruto de la inspiración (como por ejemplo el idioma hablado por el repartidor de flores y los indígenas); en otras palabras, un pastiche personalísimo, homenaje indudable a Gadda.
La novela es excepcional. Hacia el final, sin embargo, resulta un poco difícil seguirle hilo (al menos para mí), pues crece la importancia del enigma a resolver, un crimen, cosas con el poblado, no le di mucha bola, etc., que no sé qué tanto importan. En fin, el argumento es solo excusa para la magia.
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