A pocos días para que se celebre el aniversario del 15-M miles de "bankeros" despiertan de la anestesia que los mantuvo inconscientes a las puertas del corralito. Entre las ruinas de Bankia se esconden los trozos de frustración de pequeños ahorradores que confiaron los sacrificios de sus huchas a las credenciales de un tótem llamado Rato. La misma música de Rumasa pero con distintos violines ha vuelto a sonar con fuerza en las desconfianzas civiles.
La "herencia recibida" y la "culpa fue de Ordóñez" han sido las sinrazones esgrimidas desde la derecha para salvar la imagen mediática del exministro de las grúas. Una vez más, la política de escurrir el bulto y lanzar balones fuera decora el paisaje de una España negra salpicada por noticias y tertulias bañadas con las aguas sucias de la irresponsabilidad organizada. El ojito derecho de Aznar. El mismo señor que construyó la burbuja de los ladrillos y salió - años después - criticado hasta la médula por su mala gestión en el FMI intenta culpabilizar de sus errores al Gobernador del Banco de España con el objeto de no salpicar a las corbatas del ejecutivo.
Las fusiones de los bancos, decía un viejo profesor de economía aplicada, son las manifestaciones de una debilidad latente. A través de la unión, los débiles buscan la fuerza para ganar la batalla al tecnocapitalismo presente. En ocasiones – en palabras del maestro - las fusiones salen airosas por la consecución de economías de escala, o dicho en la jerga moderna, por las sinergias del grupo. Sin embargo, en otros episodios, la suma de los débiles trae consigo un contagio de sus virus y una aceleración de su agonía. La imposibilidad del grupo en pasar de su fase de conflicto a la etapa productiva impide activar los efectos de su sinergia.
Es precisamente, este segundo análisis de las clases de don Antonio, el que invita a la crítica intelectual a entender las claves de una muerte anunciada. El derrumbe de Bankia ha sido suscitado por la propagación de un virus letal a través de transfusiones tóxicas de sangre a enfermos financieros terminales, y el consentimiento irresponsable de su cirujano. Ahora la muerte es llorada por miles de bankeros que confiaron en la fachada blanca de un hospital reluciente por fuera pero infectado hasta el techo por dentro. Mientras tanto, la carpeta azul de José María guarda en los archivos de la vergüenza el "curriculum flamante" de un hombre que se quedó a las puertas de ser elegido el sucesor del presidente.