Porque ser sindicalista es tener una actitud ante la vida. Es apelar a la solidaridad, justicia, equidad y generosidad entre las personas. Es, sencillamente, reivindicar la bondad y la ética humana, como motores de un mundo mejor y más digno. Y actuar en consecuencia.
Soy sindicalista y llevo toda mi vida conjugando el verbo indignar. Elegí esta opción frente a otras alternativas que me ofrecía el destino y que, probablemente, me hubiesen reportado una mejor vida y eso que algunos denominan “reconocimiento social”.