Michael Ramírez ganó en dos ocasiones el premio Pulitzer por sus caricaturas, de las que reproducimos más arriba una de ellas, en las que ironiza sobre la indumentaria propia de un joven inconformista con el sistema, que bien podría asimilarse a un indignado. Cierto es que el movimiento espontáneo en sus inicios, carecía de trasfondo político y surgió, de forma natural, entre gente descontenta con un sistema que ofrece listas cerradas, con un elevado número de dirigentes corruptos y en medio de una crisis como no se recuerda. Duró poco la frescura de aquella gente pacífica, absolutamente respetuosa con todo y con todos, para dar paso a manipuladores políticos al servicio de intereses tan oscuros como los de tales especuladores neoliberales a los que pretenden perseguir. Curiosamente, en la viñeta de esta entrada, se recoge el número de muertos debidos a dictaduras comunistas o supuestas revoluciones de izquierda, más numerosos que los exterminados por el nazismo durante la segunda Guerra Mundial, y es que los números no engañan.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, la tónica del indignado actual, es bien diferente; abajo reproducimos uno en Roma, el pasado domingo.
Con su identidad oculta, un automóvil en llamas a su espalda y siendo portador de una suerte de pañuelo palestino, no estamos ante un ciudadano harto de los políticos, sino ante un agitador profesional, tan criticable como cualquier político corrupto al margen de su supuesta ideología. La violencia nunca debería ser el vehículo para expresar las ideas, y tristemente termina por ser así las más de las veces. No para los verdaderos indignados que llenaron las más de las plazas mayores de este país y que tardaron en desaparecer el tiempo que discurrió hasta que los profesionales de las asambleas y politicastros de medio pelo hicieron su aparición.