Ese movimiento de frustrados por el zapaterismo que protesta contra todo , y que empezó en la Puerta del Sol de Madrid el 15 de mayo, sospechosamente una semana antes de unas elecciones que iba a ganar el PP, se ha convertido en una intifada de bastantes maestros y estudiantes en vacaciones contra la próxima visita del Papa.
Junto a ellos, unos cientos de cherokees antisistema y perriflautas que exigen vivir de subvenciones.
Su éxito fue arruinar seguramente a los comerciantes del centro de la ciudad, algunos humildes quiosqueros, y otros que tienen que pagar 300 euros mensuales por metro cuadrado de tienda.
Millares de biempensantes que se les unieron al principio creyendo en el valor del asambleísmo, históricamente una experiencia irracional, fueron apartándose del 15M, que se transformó en el Movimiento de los Indignados, más antisistema y crecientemente centrados en la hostilidad a Benedicto XVI.
Casi tres meses después es una revuelta de anticlericales y crestas cherokees a los que sólo se les daría trabajo como extras de indios en películas del Oeste.
Lo llamativo ahora es que, aparte de los estudiantes y enseñantes en vacaciones, antipapistas y antisistema, los pocos indignados de primera hora que siguen ahí están haciéndose perriflautas por contagio: unos gamberros a los que los vecinos les gritan ¡Basta ya!
Inicialmente la vida perrifláutica es atractiva. Se viaja mucho y se vive de limosnas, en kasas okupadas. El problema aparece cuando el perriflauta va avejentando, quedándose con la china adulterada y el cartón de vino como consuelo.
Izquierda Unida quiere conquistar a los indignados para sus filas. El desconcertado PSOE, que tanto los halagó, los besa y apalea. Amor de Padre, como podría decir el tatuaje de alguno de sus dirigentes.
Como sigan así, los partidos gochistas y los indignados terminarán juntos haciendo cola en los comedores de Caritas, dependientes de su odiado Papa.
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SALAS observa a nuestro alrededor. Un vistazo, y lo sabemos todo.