Nos enseñan a competir desde nuestra infancia. El rendimiento y el progreso individual (que no el colectivo) es el que se puntúa, se califica, se premia o se castiga. No es tan importante ayudar al compañero/a y aprender a buscar sinergias y complementariedad con nuestros/as semejantes como destacar de entre ellos/as. Nada más hay que echar un vistazo a las calificaciones académicas que más ansían los/as estudiantes en edad escolar: "sobresaliente". O sea, que sobresale del resto, una marca de clara distinción individual que a veces se busca obsesivamente, haciendo que los/as jóvenes pierdan de vista valores fundamentales como la generosidad, la empatía, el búsqueda del bien común, etc. ¿Cuán bonito sería que el resultado del trabajo escolar fuese "solidario", "cooperativo", "altruista"...?. La educación académica, tal y como está hoy establecida, se pierde la belleza del trabajo en grupo, colaborativo y cooperativo (que no son lo mismo), que busca complementar virtudes haciendo que los talentos en vez de sumarse se multipliquen.
Como prueba de ello, os dejo este maravilloso vídeo del cuarteto alemán Salut Salon y su obra "Competitive Foursome". !Que lo disfrutéis!