Al final de lo que se trata es de esclarecer la dictomía entre individuo y sociedad; ¿quién hace a quién? ¿Es el individuo sólo un producto de la sociedad o puede aquel mediar de algún modo en ésta? Los individuos que están atomizados o divididos no pueden influir de ninguna forma en la sociedad. Por lo tanto la libertad del individuo dependerá de su integridad y responsabilidad (1) para que pueda ejercer su autonomía. Los gobernados no pueden intervenir en sus vidas porque sus decisiones no cuentan en el conjunto del funcionamiento del sistema-sociedad que gobierna una minoría que a su vez es respaldada por el consentimiento en mayor o menor grado de una mayoría en base a una legitimidad aceptada y amparada por el Estado y la Constitución. La dicotomía entre individuo y sociedad sólo puede ser resuelta cuando la libertad en todas sus facetas sea el principio rector de aquel, y de esta forma se pueda dar un equilibrio entre su esfera privada y pública. Con lo cual determinará en igualdad de condiciones las relaciones con sus prójimos. Por lo tanto en igualdad, el individuo es la sociedad, es decir, aquel puede contribuir en ésta y viceversa. La libertad para la emancipación se concibe como sagrada en toda su dimensión y se antepone como principio al lema de Sartre en el cual afirma; “mi libertad se termina donde empieza la de los demás”, respentando la elección de aquellos que no la deseen en última instancia. En esta coyuntura donde la libertad es sagrada no puede haber ningún tipo de coerción entre individuos y colectivos. El Derecho como tal quedaría limitado por el sistema-sociedad que lo constituye y sus principios en base a la igualdad y la fraternidad.
(1) Para que la libertad se pueda hacer efectiva la autonomía debe reemplazar al principio de autoridad (como a todas las instituciones sociales que le den cobertura) que constituye la sociedad actual y la condiciona. La supresión de la autoridad significará por lo tanto una nuevo orden social que no quedará limitado po ninguna visión reduccionista y manipuladora de la realidad, propiciando nuevas vías para la consecución de fines verdaderamente emancipadores para el individuo y la sociedad.