Infancia.

Publicado el 14 diciembre 2014 por Beatriz68
  
   J.M. Coetzee, premio nobel de literatura, en esta novela utiliza los sentimientos del personaje protagonista, un niño, tanto para entrar en la no siempre feliz infancia, como para meternos en la sociedad sudafricana de la época- inicios años 50-.
   El narrador que utiliza el omnisciente, todopoderoso, sabe tanto del personaje que llega a parecer que está escrito en primera persona, de hecho hay momentos en que lo está.
   El personaje principal es un niño diferente, demasiado inteligente para su edad, que ama la belleza y la soledad, lleno de secretos y muchas angustias. Su primer recuerdo es un recuerdo de poeta: suelta un papel de caramelo por la ventana de un autobús y siente que lo ha abandonado, que "lo ha dejado solo en aquella inmensidad". Ama los cuerpos bellos y perfectos de los niños de color, y sólo disfruta montando por ahí en bicicleta y siendo el número uno de la clase.
   ¿Cuáles son esas angustias que le acosan? Principalmente la culpa y el miedo. Se siente culpable por celebrar su cumpleaños mientras chicos de color miran por fuera de la ventana; por el trato tan distinto que estos chicos reciben por parte de los blancos, incluso de su misma madre; culpa ,sobretodo, por Eddi, el niño de color que echan de su casa después de inflingirle un duro castigo, y al que él considera superior a él; culpable por guardar tantos secretos; por creer que tiene el corazón de piedra. Tiene miedo a la separatidad, a la vez que miedo a que alguien descubra ese apego que tiene a su madre; miedo a que su madre se esté hartando de él, a la vez que la fastidia para tensar la cuerda hasta que se rompa y poder separarse de ella; miedo a que ella sepa todos sus secretos. 
   Ella deja su tarea; su mirada fluctúa sobre él.Es una mirada considerada y sin ningún cariño. No lo está viendo por primera vez .Más bien lo está viendo como ha sido siempre y como ella siempre ha sabido que era cuando no ha estado cegada por las ilusiones. Lo ve, lo resume, y no le gusta. Está incluso aburrida de él.
   Esto es lo que él se teme de ella, de la persona que lo conoce mejor en el mundo, que tiene la gigantesca ventaja sobre él de conocerlo todo de sus primeros años, los más indefensos, los más íntimos...sabe también los mezquinos secretos de su vida en el colegio. Teme su sentencia."
  
   Miedo a que le junten en el colegio con los afrikáners, a los que considera lo peor, y se convierta en uno de ellos. Le horroriza porque dice que "matarían el espíritu que lo habita."
   Si ocurriera lo peor, piensa ahora,afrontando lo peor, si el cura católico visitara a su madre y le preguntara por qué no va nunca a catequesis, o, la otra pesadilla, si el director del colegio anunciara que todos los chicos de nombre afrikáner van a ser trasladados a las clases de afrikáners; si la pesadilla se hiciese realidad y lo único que pudiera hacer fuera gritar y vociferar y llorar, con el comportamiento infantil que sabe todavía en su interior, replegado como un muelle...si, después de la tempestad, como último recurso desesperado, buscara la protección de su madre y se negara a ir al colegio, rogándole que le salvara...si finalmente estuviera a punto de deshonrarse a sí mismo por completo,revelando lo que solo sabe él , a su manera, y también su madre, a la suya, y quizá su padre, de la manera despreciable que le es propia...si saliera lo más feo, lo más oscuro, lo más lloriqueante, lo más pueril de él...entonces ¿habría algún modo de seguir viviendo?

   Pero , gracias a Dios, Coetzee también nos regala párrafos de humor como las desastrosas experiencias de nuestro protagonista como boy scout, l forma en que se hace católico, cuando habla de por dónde nacen los niños...Y es que, aunque déspota y superdotado, es sólo un niño inocente, que cree que " todos los pobres son buenos como en los cuentos de hadas".
   Sus válvulas de escape son la bicicleta, la granja, a la que él siente que pertenece-él a la granja aunque no la granja a él- es lo único que le da un sentido de pertenencia.Y también está Agnes, la única persona con la que no tiene que fingir.
  Él es un niño, pero tiene clarísimo quién verdaderamente pertenece, a esa tierra, a Sudafrica: los de color, como Freek el jornalero de la granja , como Eddi. Y se avergüenza de que tengan que estar sometidos a gente como él, como su familia.
   El final, estupendo, me recuerda el de El olvido que seremos, de Héctor Abad. ¿A vosotros también?
Esta novela forma parte de una trilogía compuesta también por Juventud y Verano.
*Ver El arte de amar, de Erich Fromm.
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