Con motivo del Día Mundial de la Naturaleza, hemos querido recordar los beneficios que tiene para la salud infantil el contacto con el entorno natural. No obstante, un estudio reciente especifica qué tipo de actividades son las más positivas para el desarrollo de los niños. En este artículo, incluido en nuestro monográfico ‘Naturaleza y salud infantil’, las desvelamos.
Buscando cómo mejorar la calidad de vida de las personas, se han dedicado esfuerzos científicos al estudio del contacto con la naturaleza cercana, aquella a la que tenemos acceso todos o casi todos los días, como un elemento promotor de salud. Así, se sabe que el contacto con la naturaleza tiene beneficios para la salud física y psicológica de adultos y niños. Por ejemplo, vivir en zonas que cuentan con áreas verdes propicia el ejercicio físico como andar, correr o ir en bicicleta, entre otros,está asociado a un menor riesgo de sufrir sobrepeso y enfermedades asociadas, como problemas de corazón[i]. En población infantil, se ha comprobado que contar con patios de colegio con naturaleza promueve el juego activo, en comparación con patios de colegio con escasa o nula cantidad de elementos verdes[ii]. Aparte de los beneficios físicos que reporta el contacto con el medio natural, la salud psicológica de las personas es mejor cuando éstas pasan tiempo en lugares verdes[iii]. Partiendo de la teoría de restauración de la atención[iv], diversos estudios empíricos demuestran que el contacto con la naturaleza ayuda a recuperar nuestra capacidad de atención, siendo ésta un recurso adaptativo necesario para hacer frente a las demandas del día a día. La recuperación de esta capacidad o, en otras palabras, la restauración psicológica, nos ayuda a afrontar situaciones estresantes, a prestar atención a tareas que requieren esfuerzo cognitivo, o a no correr riesgos innecesarios, entre otros beneficios. Además, estudios recientes demuestran que el contacto con la naturaleza aumenta la pro-ambientalidad, de manera que pasar tiempo en áreas verdes genera sentimientos de unión con el medio natural que promueven el respeto y cuidado por la naturaleza[v]. A raíz de estos resultados empíricos, diversos investigadores y educadores animan a las personas a tener un mayor contacto con la naturaleza. Sin embargo, investigaciones recientes demuestran que no todos los tipos de contacto son igualmente beneficiosos y que es necesariotener en cuenta tanto el tipo de entorno natural en el que las personas pasan tiempo, como la interrelación de la persona con dicho entorno. Así, en una reciente investigación llevada a cabo en Suiza, se demostró que aquellas personas adultas que trabajan en bosques obtienen beneficios menores cuando pasan su tiempo de ocio en el bosque que aquellos cuya profesión no se desarrolla en este medio natural[vi]. Los investigadores relacionan estos resultados con la posibilidad de que a las personas que trabajan en bosques les sea más difícil evadirse de sus quehaceres diarios cuando pasan su tiempo libre en estos lugares, lo cual no les permitiría relajarse y restaurar su capacidad de atención de manera tan completa como lo harían quienes que no tienen relación laboral con este ambiente natural. Siguiendo esta línea de investigación, los resultados de un trabajo que he llevado a cabo junto con profesores de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, demuestran que el tipo de relación que la población infantil tiene con el entorno natural también influye en los beneficios derivados de dicha interacción[vii]. Más de 800 niños de entre 6 y 12 años participaron en este estudio en el que se tuvieron en cuenta tres tipos de contacto cotidiano con el medio natural: contacto urbano (principalmente en parques), contacto en el medio agrícola, y contacto en una zona de sierra. Los resultados mostraron que, por un lado, los niños que viven en distintas zonas (ciudad, sierra o medio agrícola) difieren en su concepto de naturaleza. Así, los de la zona agrícola relacionan la naturaleza con un lugar donde se trabaja, bien porque sus familiares son agricultores, o bien porque ellos mismos ayudan en las labores del campo. Sin embargo, los participantes de la ciudad y de la sierra piensan en la naturaleza como en un lugar donde se puede jugar libremente y en el que tienen tiempo y espacio para estar con los amigos así como para relajarse. Por otro lado, coincidiendo con estudios previos[viii], una mayor frecuencia de contacto con la naturaleza en el medio urbano incrementa la intención de acción pro-ambiental (ej., reciclar) de los niños. Sin embargo, esto no ocurre con los niños de la sierra ni con los del medio agrícola. Parece ser que estos últimos, al igual que los adultos, relacionan la naturaleza con un lugar de trabajo, lo cual hace más difícil evadirse de las preocupaciones cotidianas y que se genere ese sentimiento de unidad con el medio natural que promueve las acciones pro-ambientales. Por su parte, los niños que viven en la sierra muestran un nivel de respeto y frecuencia de realización de acciones pro-ambientales alto, y un mayor contacto con la naturaleza parece no tener ningún efecto positivo adicional sobre su pro-ambientalidad. En conclusión, el contacto con el medio natural es una herramienta útil a la hora de promover la salud y pro-ambientalidad de la población infantil. Las experiencias negativas en la naturaleza, o aquellas que nos recuerdan a tareas poco apetecibles, como trabajar, deben ser compensadas por experiencias de contacto placenteras en entornos naturales distintos al habitual. Por ello, a la hora de diseñar actividades infantiles al aire libre, es necesario tener en cuenta la relación de los niños con el medio natural así como el tipo de entorno del que se trate. En este sentido, los resultados de nuestra investigación demuestran que el juego desestructurado en la naturaleza, como el que promueve la Fundación Roger Torné a través de programas como Respiro en Xarxa, es el que reporta mayores beneficios para los niños de ciudad.
- [i] De Vries, S., Classen, T., Hug, S. M., Korpela, K., Maas, J., Mitchell, R. et al. (2011). Contributions of natural environments to physical activity: Theory and evidence base. In K. Nilsson, M. Sangster, C. Gallis, T. Hartig, S. De Vries, K. Seeland et al. (Eds.), Forests, trees, and human health (pp. 205-243). Dordrecht, The Netherlands: Springer
- [ii] Ozdemir, A., & Yilmaz, O. (2008). Assessment of outdoor school environments and physical activity in Ankara’s primary schools. Journal of Environmental Psychology, 28, 287-300.
- [iii] Kaplan, S. (1995). The restorative benefits of nature: Toward and integrative framework.Journal of Environmental Psychology, 15, 169-182.
- [iv] Kaplan, R., & Kaplan, S. (Eds.) (1989). The experience of nature: A psychological perspective.Cambridge: Cambridge University Press.
- [v] Thompson, C.W., Aspinall, P., & Montarzino, A. (2008). The childhood factor. Adults’ visits to green places and the significance of childhood experience. Environment and Behaviour, 40, 111-143.
- [vi] Von Lindern, E., Bauer, N., Frick, J., Hunziker, M., & Hartig, T. (2013). Occupational engagement as a constraint on restoration during leisure time in forest settings. Landscape and urban planning, 118, 90-97.
- [vii] Collado, S., Corraliza, J.A., Staats, H. & Ruiz, M. (2015). Effect of frequency and mode of contact with nature on children’s self-reported ecological behaviors. Journal of Environmental Psychology, 41, 65-73.
- [viii] Hinds, J., & Sparks, P. (2008). Engaging with the natural environment: The role of affective connection and identity. Journal of Environmental Psychology, 28, 109-120.