Infierno entre sal: La chocante historia de un esclavo discapacitado en Corea del Sur

Publicado el 03 enero 2015 por Rubifen20
Reuters / Enrique Castro-Mendivil

La historia recientemente revelada de Kim Seong-baek, un discapacitado de Corea del Sur que trabajó como esclavo en un campo de sal llamó la atención de todo el mundo y dio pie a una gran investigación a escala nacional. Tras año y medio de palizas y de duro trabajo no remunerado, Kim fue liberado y pudo contar su suplicio a AP.

La esclavitud en las islas rurales de Corea del Sur viene siendo alimentada por una larga historia de explotación. Cinco veces a lo largo de la última década han surgido revelaciones sobre casos de esclavitud sufrida por discapacitados. El caso de Kim, descubierto recientemente, desató una investigación del Gobierno de miles de granjas en todo el país. La investigación reveló que más de 100 trabajadores no reciben ningún salario por su trabajo.

Al término de la investigación nacional, la policía y activistas encontraron otros 63 trabajadores no remunerados o mal pagados en las islas del suroeste de Corea del Sur, las tres cuartas de los cuales eran discapacitados mentales. La historia de Kim, revelada por AP, muestra que la esclavitud moderna es tan cruel e implacable como antaño.

La noche del 4 de julio de 2012, Kim Seong-baek, que llevaba una década sin hogar, se encontraba durmiendo en una estación de tren de Seúl, cuando un desconocido le ofreció un lugar para alojarse y un trabajo. Horas más tarde, Kim se puso a trabajar en un campo de sal en la isla Sinui. Hong Jeong-gi, su dueño, había pagado por Kim, su nuevo empleado, unos 700 dólares a un agente de empleo ilegal, según documentos judiciales.

Kim, que es parcialmente ciego y tiene la conciencia social de un niño de 12 años de edad, empezó a sufrir palizas ya en su primer día de trabajo.Tras un año y medio de esclavitud y varios intentos de huir, Kim pudo escribir un e-mail a su mamá en Seúl. La madre llevó la carta a la policía, y gracias a ello fue liberado.

Kim, que vive en Seúl y ocasionalmente trabaja en la construcción, se puso de acurdo con Hong para que le pagara los 35.000 dólares no percibidos durante todo su periodo de trabajo. El dueño del campo de sal no ha respondido a distintas solicitudes para comentar la situación que recibió a través de su abogado, y se informa que está dispuesto a apelar la semana que viene su sentencia de 3 años de prisión.

Kim ahora recibe tratamiento por sus heridas psicológicas y físicas. Se pone nervioso cuando alguien habla de la sal, e incluso se disgusta cuando la ve. “Sólo de pensarlo me hace rechinar los dientes”, dice Kim, que describe su trabajo en la granja como “un infierno“.