Influencia de la masonería en la Constitución de 1917, por Manuel Jiménez Guzmán

Publicado el 16 enero 2017 por Habitalia
La Constitución de 1917 fue la conclusión de casi un siglo de deliberaciones entre posiciones conservadoras y liberales, cuyas pugnas trataban de impulsar su particular visión de un país que no terminaba de ajustarse a la realidad de una nación emergente y buscaba el reconocimiento en el contexto mundial del siglo XIX.

Desde luego, esas visiones de país representaron una controversia ideológica encabezada por destacados miembros de la masonería, quienes, desde dos perspectivas de libre pensamiento, buscaban aportar ideas sobre el modelo de nación idóneo para afrontar un siglo de por sí convulso, durante el cual nuestro país estuvo permanentemente amenazado por intentos invasores de diversas potencias extranjeras.

La masonería en México inició en la segunda mitad del siglo XVIII introduciendo ideas de liberalismo, semilla del cambio social independentista frente a la Corona, que cundió entre muchos integrantes de los grupos políticos e intelectuales más brillantes de la época. Inicialmente los ritos masónicos estaban integrados por la élite peninsular. Los españoles que llegaban a América provenientes de Europa inculcaron las tendencias librepensadoras que promovía la masonería en ese continente.

Paulatinamente las logias se nutrieron con criollos y mestizos, quienes tenían una concepción distinta del liberalismo.

El resultado fue la generación de dos tendencias claras entre grupos conservadores pertenecientes al Rito Escocés que pugnaban por independizarse de España, pero manteniendo la estructura virreinal. En tanto, otros grupos más liberales abrazaban la idea de una república federalista. Pretendían recuperar la experiencia y la visión de la Independencia estadounidense, mientras trabajaban en sus logias para sustentar el proceso independentista.

En este contexto, Joel R. Poinsset promovió desde 1825 la propagación del Rito de York, entre cuyos integrantes más destacados se encontraba Miguel Ramos Arizpe. A partir de la consumación de la Independencia mexicana, las posiciones acerca del proyecto de nación se tornaron más polarizadas y se revelaron en antagonismos políticos entre los partidos conservador y liberal, plenamente identificados con alguno de los ritos masónicos.

Las posiciones de los masones del Rito Escocés enfrentaban a las de los seguidores del Rito de York; así, tuvo lugar un trascendental proceso de construcción de brillantes aportes de ambas posturas. Los del Rito Escocés, por ejemplo, señalaban el riesgo de tendencias independentistas que podrían producirse al fortalecer a las provincias dotándoles de autonomía (Texas era claro ejemplo de esos riesgos).

Por su parte, los masones del Rito de York pugnaban también por el reconocimiento de los derechos ciudadanos (particularmente la libertad de prensa), la integración de una república federal y la separación EstadoIglesia. En 1826 surgió el Rito Nacional Mexicano con la participación de algunos masones del Antiguo Rito Escocés, pero sobre todo del Rito de York, lo que definiría su tendencia liberal fundamentada en una postura nacionalista, en la que Jorge Gaviño Ambriz participarían Benito Juárez y muchos connotados pensadores de su generación. La alternancia en el poder propició la participación de masones de uno u otro rito e incidió, en forma general, en la promulgación de leyes constitucionales que reflejaban, en esencia, la organización del Estado: central o federal, la inclusión o no de derechos ciudadanos y, a partir de mediados del siglo xix, la secularización de los bienes de la Iglesia.

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