Pero más importante que tener ese poder es el cómo lo utilizamos. Desde el egoísmo o desde la generosidad.
Si es el primer caso vamos a manipular, controlar, utilizar, siempre en beneficio propio.
Las consecuencias son que tendremos a nuestro alrededor personas dependientes, subordinadas, sumisas, e incluso miedosas de nuestro poder. Quienes nos rodean no podrán actuar, no podrán moverse sin nuestro amparo, no participarán, no colaborarán, serán peones a nuestro cargo.
Siendo muy sutiles, conseguiremos que no se den cuenta de su dependencia respecto a nosotros. Pero eso no les hará más válidos, más bien al revés. Nunca nos aportarán nada y la relación que mantendremos con ellos (amigos, colaboradores, etc) será de sumisión total. Vamos que no nos harán crecer porque nos habremos rodeado de incapaces.
Actuando con generosidad, siendo transparentes, enseñando las claves de la situación, podremos rodearnos de participantes, de responsables, de personas a las que les podemos exigir, de gente que asume las situaciones y que aporta. Y en su colaboración está nuestro crecimiento, nuestro nuevo conocimiento, la capacidad de análisis desde varios puntos de vista, en resumen, la capacidad de mejora permanente. He tenido jefes y amigos de todos los colores. De los primeros me quedo con los generosos, de los segundos, sigo cultivando la amistad de los generosos. A los otros, jefes y amigos egoístas, los ignoro o los aparto.