Información o Entretenimiento

Por Migueldeluis

En una oficina se nota cuando el día anterior se ha jugado un gran partido de fútbol. Manifestaciones de alegría y orgullo se mezclan con las de deportividad, resginación y rabia. Y es que haber dedicado dos horas al fútbol de un tiempo que todos hubieran perjurado que carecían ha tenido su recompensa: ahora pueden hablar de fútbol. Eso sí, nadie les ha preguntado su opinión y ningún entrenador en su sano juicio considerará preguntar a un oficinista cómo dirigir su equipo. Saben que saben más y que si ganan se quedaran en el cargo y si pierden irán al paro; nadie asumirá la responsabilidad por ellos. Esa peculiar clase entre los taxistas que proclaman sus soflamas políticas a todo áquel que tenga la desgracia de subirse a sus vehículos, se mofaría hasta el escarnio de cualquier político que confesara que su programa fallido se lo había sugerido un taxista.

Opino y me divierto

Se reconocen y protegen los derechos: [...] a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. ~ Artículo 20.1.d) Constitución Española.

Nos encanta opinar, y como para opinar hay que informarse uno acaba cayendo en la tiranía de la propaganda. Parece ser que tenemos el deber de estar informados. Y como no especifica la propaganda cuáles son los límites de nuestro consumo de información, uno tiende a pensar que es infinito. Por mucho que nos dediquemos siempre nos quedaremos cortos. Si uno se deja llevar, acaba sintiéndose culpable por no haber visto un noticiario más. —¿Y cómo puedes opinar si no has leído la prensa conservadora / liberal / local / nacional / internacional /galáctica / rosa? A lo peor uno no se da cuenta de que todas esas discusiones, opiniones y quejas al viento no son sino otra forma de entretenimiento. Hablar de fútbol o quejarse del gobierno, sea cual sea éste, o defenderlo si uno es simpatizante se acaba convirtiendo en un pasatiempo social. Si uno pondera bien las acciones se da cuenta que poco nos importa la política o el fútbol: lo fundamental en todo esto es formar parte del grupo. Los niños hacen exactamente lo mismo cuando compran el último juguete de moda: no es tanto el juguete lo que interesa como el que todo el mundo lo tiene y tienen miedo, y con razón, de ser dejados de lado.

La oficinista emperatriz

Os voy a sermonar. Se siente, a veces hay que hacerlo. Espero que me perdonéis si sabéis que a mi también va dirigido este sermón.

¿Para qué seguís las noticias? Si es por entrentenimiento, muy bien, pero entonces no busquéis en las noticias una excusa para postergar otras partes de tu vida. Como aquella auxiliar administrativa que llegaba tarde al trabajo porque “tenía obligación de estar informada de todas las decisiones del gobierno”, y por supuesto también de las críticas. Quizás encontrara diversión en ver como la bolsa reflejaba o no las últimas medidas, pero luego no trataba de cambiar nada. Con ser la que más sabía de política en la oficina, le bastaba… hasta que le llegó la carta de despido y ella se preguntaba indignada como era posible que no hubieran tenido en cuenta su obligación de ciudadana de estar informada.

A veces me he descubierto a mí mismo ocupado en recibir noticias de una crisis en no sé qué país como si yo fuera el presidente de la nación. Pero luego, hacer no hacía nada. Bueno, salvo quejarme de que la gente no hacía nada y buscar el apoyo de gentes que también se quejaban de la gente que no hacía nada, pero que tampoco no hacían nada. Y que perdían el tiempo quejándose de que nada se hacía.

Sin darnos cuenta, nos estábamos quejando de nosotros mismos.

La decisión

Lo que hay que hacer es evidente: tomar una decisión. O decidir que las noticias que se ven en la televisión, por crueles que sean, son un pasatiempo o hacer algo al respecto. Si nuestra única actuación política es votar cada cuatro años, es absurdo obligarse a ver los telediarios día tras día. Debemos ajustar nuestro consumo de información a las responsabilidades que realmente llevamos y ser muy firmes, porque nos va la vida en ello.

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