En alguna ocasión he citado a Luis Eduardo Aute quien decía: "Ya nada es verdad salvo la mentira". Algo (o mucho) hay de cierto. Casi nada es lo que parece. Cinismo puro y duro. Falta autenticidad elevada a la máxima potencia. También Mejide sentencia: "Estamos tan mentidos que hasta la verdad parece mentira". Leo en El pensamiento negativo un capítulo titulado: Nos mienten. Dice así:
"Nos mienten. En las noticias, en las cabeceras, en los periódicos, en las fotos de los periódicos, en los programas, en los zappings sobre programas, en los intermedios, en la duración de los intermedios, en la publicidad también, sí, y en los productos, en los usos de los productos, en las garantías, en la duración de las garantías, en las empresas que nos consumen, en las que nos hacen consumir, y en los trabajos basura, en los sueldos miseria, las hipotecas remuneradas, las bajadas hacia arriba del petróleo, las políticas en general, y por supuesto como no, cualquier político en particular.
Nos mienten. Nos mienten y el país entero agoniza de mentira. Da igual la izquierda que la derecha, el centro que la periferia, los nuestros que los de más allá. Información opinada y opinión desinformada recorren la actualidad de la mano y sólo se sientan para mentir ante polígrafos que normalmente maneja un hombre calvo que debe ser muy bueno para ser calvo y, aún así, estar en la tele.
Porque no sé si ya lo he dicho, pero nos mienten. Nos mienten y el mayor debate, la mayor obsesión, el mayor morbo está en adivinar dónde está la pelotita de la verdad. Una pelotita cada vez más pequeña, esquiva e irrelevante, manejada ante la opinión pública por el grupo de comunicación de turno que mueve los vasitos del frenético ritmo de los robados, montajes y exclusivas siempre frescas que me las quitan de las manos, oiga. Si vas a mirar, nos mienten incluso los muertos. Cualquier anécdota, por vieja, pasada y anticuada que sea, se descongela de la historia, dos minutitos en el microondas de la actualidad, y ya está, lista para ser servida por el basurero mediático que más chille.
Y es que lo peor no es que nos mienten. Lo peor es que ya estamos acostumbrados. Estamos tan mentidos que incluso la verdad nos parece mentira. Alguien que de pronto se vuelve loco y se plantea ser honesto se convierte en noticia, en reclamo, en extraño suceso a estudiar por los medios que no salen de su asombro, no entienden qué le pasa a ese que de verdad dice lo que piensa.
En fin. Que así la verdad y así la mentira, no me extraña nada todo lo que no está pasando. Somos carne de opinión. Y hay demasiada gente que prefiere que le piensen las cosas, que se las den mentidas, para no tenérselas que plantear (...)".