Después de unos años enfrentados a nuevas propuestas, nuevos canales, nuevas opciones, no les queda más remedio que aceptar el cambio. No les queda otro remedio que aceptar lo digital como espacio vital, como medio ambiente, como un todo donde moverse.
Aceptar la conversación con el usuario como manera de conocer qué quiere, qué le interesa, qué le gusta o disgusta.
Aceptar que el usuario es el rey y tiene toda la potencia en sus manos.
Aceptar que deben aprender a escuchar, en lugar de dictar qué se consume y de qué manera.
Aceptar el doble flujo donde los medios de comunicación de masas han perdido su fuerza como prescriptor frente a líderes de opinión más cercanos a los usuarios finales.
Aceptar la complejidad de la situación, sin entender el profundo cambio personal que comporta, y que aún no han asumido.
Aceptar que nada será igual porque ya ha cambiado y está arraigado entre los más jóvenes.
Aceptar que el anunciante no puede vender al consumidor final, porque el usuario no quiere que le vendan, quiere otra actitud de las empresas.
Aceptar que no hay targets, si no una long tail, tan larga y tan llena de oportunidades que colma de sentido a los Social Media.
Aceptar que las marcas no pertenecen a las compañías, sino aquellos que mantienen experiencias con ellas.
Aceptar que la vida tiene otro formato y este no es el publicitario.
Aceptar que existe una sociedad digital, en la que todos nos encontramos al mismo nivel y con los mismos derechos.
Aceptar las reflexiones no será fácil, si son asumidas y se materializan por las partes, anunciantes y agencias, podremos percibir un alejamiento de la economía del sueño. Quizá sea el medio de conformar otra sociedad. Este cambio dependerá de la participación, conciencia y responsabilidad de cada uno de nosotros respecto al otro. Aunque ningún cambio es posible si no es primero en nosotros.
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