El increíble hombre menguante
que encontró fuerza en su interior
y una sonrisa en sus labios nació
(La Dama se Esconde)
En estas últimas semanas he tenido un cambio en mi ritmo habitual de trabajo como ingeniero de sistemas – consultor tecnológico.
Antes de proseguir, quiero aclararos que os cuento esto porque tal vez os sea de ayuda en vuestros trabajos.
Sucede que tengo que aprender a marchas forzadas sobre un par de proyectos (sistemas…) fundamentalmente nuevos para mí, para en el plazo de mes y medio comenzar a plasmar conclusiones y dar asistencia técnica sobre ellos a mis clientes.
La tarea inicial consiste en “embutirme” grandes cantidades de documentación al respecto, en español e inglés, entendiendo, sacando notas y puntos fundamentales y empezando a almacenar en mi cabeza su funcionamiento.
Comencé los primeros días estudiándome los “ladrillos” sin anestesia. De modo que cada día, cuando llevaba cuatro horas leyendo y pensando sobre el mismo tema nuevo y “denso”, tenía completamente ofuscada la razón, nublado el entendimiento y no me sentía las neuronas. Las ganas de salir corriendo, aumentaban exponencialmente.
En paralelo hay otro proyecto que llevo hace años, que me gusta, conozco, yo mismo he ido marcando mi ritmo de trabajo y dedicación concreta y actualmente incluso me dedico a gestionar y organizar el trabajo individual que otros hacen para lo que yo he ido planeando. Y como comprenderéis, no me apetece dejarlo de lado.
Ayer en el desayuno, me di cuenta que ya tenía en mi cabeza una nueva forma de trabajar, mucho más atractiva, que en efecto he probado y verificado que es mucho más llevadera y eficiente en los resultados.
Consistía en volver a aplicar una estrategia que usé durante mis años de estudiante de teleco en la universidad. Cuando se aproximaban los exámenes y tenía tiempo durante días, semanas para estudiar (fundamentalmente en verano), me organizaba su estudio por jornadas partidas, en lugar de estudiar la misma asignatura sin parar durante días seguidos, las segmentaba e intercalaba, alternando dos o tres durante la misma semana, cuatro horas una, las cuatro siguientes otra, al día siguiente tal vez cambiaba, dependiendo de las fechas de los exámenes y el “volumen” de cada asignatura claro. El resultado era mayor cantidad de asignaturas acometibles (y aprobadas) para un menor agotamiento.
Pues eso mismo he hecho para organizar mi jornada laboral, aunque los segmentos son incluso más pequeños que los de estudiante, de modo que divido la jornada en tres:
- Comienzo con el nuevo proyecto que más tarde he acometido, a primera hora, cuando yo estoy más fresco.
- Antes de que pueda hartarme de él, paso al otro nuevo proyecto, que ya había empezado a estudiar antes, en medio de él hago la merienda mañanera sobre mi mesa.
- Cuando ya empiezo a estar realmente agotado, paso a ese proyecto que os he comentado que realmente me gusta y dominio, con lo que en ese último tercio de energías más flojas, me dedico a lo que me es más llevadero, como una especie de “premio”.
De este modo, creo que realmente despliego mucha más cantidad de trabajo efectivo, que incluso si alternase cada día un solo proyecto (idea que pensé en un principio pero que deseché). No llego a agotarme del todo de uno de los tres temas, absorbo los nuevos cuando estoy con más energías y no dejo de lado durante semanas el que más me gusta.
Evidentemente este modo de organizarse no puede aplicarse en todos los trabajos ni siquiera en el mío, en momentos de “tormenta de eventos” o “trabajo en modo interrupción continua”, o cuando hay reuniones, etc. Pero en la mayoría de mi tiempo laboral sí puedo seguir esta pauta.
Algo lateral que no os he mencionado, por lo visto los hombres (género) pensamos en “cajas”, es decir, en este caso, cada uno de los tres proyectos sería una caja, que abro y cierro para cada tercio de mi jornada. Pues bien, yo me ajusto bastante a esa metáfora, con la salvedad que mantengo al menos una caja paralela abierta permanentemente desde que tengo uso de razón, es la caja de la música. Siempre que hago algo solo (andar, leer, escribir, estudiar, trabajar, correr…) lo hago con música puesta si me es posible y si no, mi caja de la música, ya se encarga de “pinchar” por sí misma. A mí por lo menos es algo que me ayuda a:
- Estar mucho más cómodo en cualquier situación y
- Concentrarme en la otra “caja” que tengo abierta
Sé que a otras personas les pasa como a mí, tal vez seáis una de ellas.
En todo caso, conviene crearse en el puesto de trabajo el ambiente más agradable posible. En mi caso, aparte de la música, tengo mis infusiones y cafés casi continuos y algunas fotos personales y figuras en la pared y en el salvapantallas del ordenador, que me conectan continuamente con mi familia, amigos y con todo aquello que merece la pena en la vida.
Seguro que vosotros podréis también crearos un ambiente “hogareño” de estos u otros modos.
Al acabar la jornada, salgo, efectivamente cansado por la actividad intelectual desarrollada, pero satisfecho de haber avanzado y no hastiado de lo que estoy haciendo.
Espero que mi experiencia pueda ayudar a algunos de vosotros.
Gracias por leer.