Palacio del Sultán
Cuando hablamos de guerras cruentas, normalmente nos referimos a guerras largas y violentas en que ambos bandos se enzarzan en una guerra de desgaste en que el frente se convierte en lo más parecido a un matadero industrial de animales que podamos encontrar. Esto acostumbra a ser así ya que tenemos los precedentes de las guerras mundiales que desgraciadamente nos han habituado a oír hablar de centenares de miles de muertos si no de millones. Sin embargo, hay batallas que, a pesar de una gran cantidad de bajas y una gran violencia, no se han destacado por ser de una especial duración. Tal es el caso de la guerra que enfrentó a la Gran Bretaña con Zanzibar y que, con una duración de tan sólo 40 minutos, ha quedado para los anales como la guerra más corta de la historia.
Zanzibar en la época
A finales del siglo XIX, la costa de África que es bañada por el Océano Índico, no dejaba de ser más que un juego de mesa donde las potencias coloniales europeas jugaban a cual era la más potente del mundo. En este caso, Alemania y Gran Bretaña se repartían los cromos de sus zonas de influencia en vistas de controlar el tráfico de todo tipo de materias primas que eran extraídas inmisericordemente de estas zonas colonizadas, a espaldas totalmente de sus pobladores originales... o incluso siendo éstos parte de estas mercancías, ya que el esclavismo era parte lucrativa de este comercio.
El St. George y el Philomel
Uno de los cromos que se repartían las potencias colonizadoras era el estado insular de Zanzibar, un bello archipiélago delante de las costas de la actual Tanzania (a la cual pertenece en la actualidad), que destacaba por su plantaciones de especias -sobre todo clavo- y hasta no hacía mucho del lucrativo comercio de esclavos negros con Arabia e India. Tras haber sido colonia portuguesa desde que Vasco de Gama llegó a ella en 1499 hasta 1698, posteriormente pasó a formar parte del Sultanato de Omán hasta 1861 en que se independizó de los omaníes. No obstante, poco a poco, Zanzibar fue cayendo en la zona de influencia del Imperio Británico hasta llegar a ser un protectorado suyo, si bien el sultán reinaba efectivamente sobre suelo zanzibarés... con permiso de los ingleses, claro.
El Thrush, uno de los barcos ingleses
Sin embargo, la competencia entre Alemania y Gran Bretaña por controlar toda el área era feroz, lo cual obligaba a los diferentes reinos del África oriental a acogerse a la protección de unos u otros en función de sus ganas de supervivencia, habida cuenta que, ya fuese por las buenas o por las malas, iban a estar bajo uno u otro yugo. En el caso de Zanzibar decidieron que era mejor estar a buenas con los ingleses, ya que los alemanes no eran exactamente un ejemplo de buen trato para con las otras razas. Aunque los británicos no iban con mejores intenciones, al menos mantenían las formas y eran anti-esclavistas; era cuestión de escoger entre el malo o el peor.
El despechado
El 25 de agosto de 1896, el sultán de Zanzibar, Hamad Ibn Thuwaini, murió. El sucesor legítimo tendría que ser su primo Khalid Ibn Barghash, pero a los ingleses no les hacía gracia porque no era demasiado colaboracionista y les podía dar algún que otro quebradero de cabeza. El otro candidato era el yerno de Thuwaini, Hamud Ibn Muhammad, el cual era más maleable y más del gusto de los británicos. Pero Barghash aspiraba al poder y más si tenemos en cuenta que tres años antes, en vez de Thuwaini, tenía que haber ido él, pero los hijos de la Gran Bretaña lo desestimaron por lo mismo, y como tenían la potestad de decir quién era el que ascendía a Sultán, pues Barghash se quedó a dos velas. La afrenta personal fue de las que hicieron época y no estaba dispuesto a repetirla.
Ubicación en la batalla
En esta circunstancia, como legítimo heredero, no esperó a las formalidades con los ingleses, y tan pronto como murió Thuwaini, lo enterró a toda prisa y al día siguiente, a las 3 de la tarde se coronó Sultán de Zanzibar. El cónsul inglés, que ya había informado al aspirante de que se abstuviera de hacer ninguna tontería, ya que si no daban ellos el visto bueno, se entendería como un casus belli y procederían a atacar, dio un ultimátum a Barghash: Si no deponía su actitud antes de las 9 de la mañana del día 27, se atendría a las consecuencias.
HHS Glasgow, el barco de Zanzibar
Barghash no hizo caso de las advertencias, convencido de que los ingleses buscarían más la vía diplomática que no la bélica y que, por lo tanto, iban de farol, por lo que se atrincheró en el palacio del Sultán y con unos 2800 soldados -la mayoría simples civiles armados- con un cañón ametrallador, un par de cañones de la época de maricastaña y un único barco de guerra (desfasado y casi de juguete) prepararon la defensa de sus derechos. El cónsul británico, pidió permiso a Londres por telegrama para atacar si se cumplía el plazo, permiso que fue concedido. En su caso disponía de un crucero acorazado de 2500 toneladas último modelo y un cañonero a vapor -que incluso había sido pilotado por Jorge V-, a los cuales se unieron dos cruceros torpederos y otro cañonero que estaban por la zona. Como efectivos humanos disponían de unos 150 marines y unos 900 zanzibareños que se oponían a Barghash. Total, una merienda de negros.
El Harén, después de la batalla
Sin embargo, Barghash no se bajó del burro y dejó que cumpliera el plazo. Los británicos, puntualmente y ante la falta de intención de los atrincherados de rendirse, a las 9'02 comenzaron las hostilidades. Desde los barcos de guerra anclados en el puerto, dispararon a las posiciones artilladas de los seguidores de Barghash y al barco de guerra zanzibarés, el cual fue hundido a las primeras de cambio. Los cañones y ametralladora fueron rápidamente anuladas con gran números de muertos, y seguidamente se pasó a bombardear el palacio del sultán, el cual quedó destrozado e incendiado. Tras 40 minutos de lucha sin cuartel (las fuentes dudan entre 38 y 45) Barghash arrió su bandera y se rindió, dando por finalizada la guerra más corta de la historia a las 9.40 del día 27 de agosto de 1896.
Ingleses posando ante un cañón
Barghash salió por pies a refugiarse en el consulado alemán, habida cuenta que los ingleses le iban a dar más que lentejas dan por un duro, pudiendo así huir hacia el continente. Tras de sí, y en poco más de media hora, había dejado un palacio destrozado, un buque hundido en el fondo del puerto -que debido a su poco calado dejaba sus mástiles al aire- y toda la artillería destrozada al igual que la vida de 500 soldados zanzibareses que murieron defendiendo al legítimo heredero del sultanato. Por su parte, los ingleses acabaron con un único marino herido de bala e imponiendo finalmente a su candidato preferido, Hamud Ibn Muhammad.
Hamud Ibn Muhammad
El desenlace de esta guerra puede parecer, visto desde la lejanía del tiempo, un tanto cómico, pero las consecuencias no lo fueron tanto. A parte de tener que pagar la reconstrucción de los edificios, Zanzibar tuvo que pagar la munición -que no los daños, ya que no los hubo- que habían gastado los ingleses con ellos y, lo que fue más grave, a partir de entonces Zanzibar pasó a ser un protectorado británico sensu strictu. El sultán perdió todo el control administrativo del país prolongándose este estatus hasta 1963 en que consiguió la independencia de Gran Bretaña. Ralo resultado de una desequilibrada y brevísima guerra en que la ambición política de una persona acabó por afectar a todo un país.
El HHS Glasgow se mantuvo así hasta 1912