Casi todas las medicinas que se consumen en el Estado, se elaboran en Cataluña, aseguró ufano en televisión evitando decir España un portavoz de las empresas farmacéuticas de esa región.
La mayoría son sucursales de multinacionales de otros países, pero hay una puntera en el mundo en la producción de hemoderivados, Grifols, S.A., cuyo propietario, Víctor Grifols Roura, es el primer patrón que se manifestó independentista, quizás porque el grueso de su negocio ya está en EE.UU.
Su familia fundó la compañía en 1940, al terminar la guerra civil, con vivas a Franco, y mientras recibía ingentes ayudas junto con la protección arancelaria del régimen que permitió prosperar esa y otras grandes industrias.
Muchos responsables y trabajadores quieren olvidar ahora esa prosperidad inicial gracias a su “amado e invicto Caudillo”, como recuerda la hemeroteca de La Vanguardia.
Este 1 de mayo las ramas catalanas de UGT y CC.OO. salieron oficialmente del armario como independentistas. Es decir, son víctimas de los españoles, en lugar de por sus patrones catalanes, como Grifols.
Españoles como, por ejemplo, esa mitad de los hombres mayores de 50 años que sufren hiperplasia benigna de próstata, según una reciente investigación, y que tratan con un genérico llamado tamsulosina.
La próstata es una glándula productora del líquido seminal que al llegar al medio siglo suele experimentar un agrandamiento, esa hiperplasia, que no tiene por qué ser cáncer, y que entre sus síntomas presenta dificultad en la micción.
Esos pacientes, que podrían ser hasta tres millones, roban y explotan a quienes fabrican su bienestar y mejoran su salud: unos españoles desagradecidos que hacen justificar el independentismo.
Es que, ingratos, desprecian que su bienestar depende de quienes trabajan para curarlos, esos independentistas tan bondadosos que no se vengan de ellos envenenándolos.
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SALAS