Después de bastante tiempo con esta sección abandonada, se me ha ocurrido traeros el comienzo de mi novela favorita. Era obvio que antes o después iba a aparecer por aquí. Como curiosidad, en español se pueden encontrar bastantes traducciones diferentes, sin embargo yo le tengo un cariño especial a la de Julio César Santoyo y José Toborra, a la que pertenece el fragmento que os dejo a continuación. Espero con estas líneas picar un poco la curiosidad de aquellos que aún no se han adentrado en el mundo de Robert Louis Stevenson. Y es que, como dijo Borges, leer La isla del tesoro es una de las formas de la felicidad.
El squire Trelawney, el doctor Livesey y los demás me han encargado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, de cabo a rabo, sin dejar otra cosa en el tintero que la posición de la isla, y esto porque aún quedan allí riquezas que no han sido recogidas. Tomo, pues, la pluma en el año de gracia de 17..., y retrocedo hasta el tiempo en que mi padre era el dueño de la posada del Almirante Benbow, y en que el viejo navegante, de moreno y curtido rostro cruzado por un sablazo, se acomodó como huésped bajo nuestro techo.
La isla del tesoro, Robert L. Stevenson