El BOE publicó el viernes otra de esas atrocidades veladas a las que ya nos tiene acostumbrados, por desgracia. El BOE anunciaba la reforma de la Justicia Universal, que ya entrado en vigor. Así, rapidillo y en fin de semana, no vaya a ser que nos quejemos o que nos demos cuenta de que, en algunos casos y según le interesa, este gobierno pasa olímpicamente de los tratados internacionales cono la IV Convención de Ginebra y de la justicia que merecen sus gobernados ya que los genocidios, asesinatos y torturas, imprescriptibles según estos tratados, en España van a quedar impunes.
El caso es que La Audiencia Nacional va a archivar (excepto algún juez que merecería un homenaje por su valor casi suicida) y dejar en el olvido a los afectados por la docena de causas que se mantienen abiertas bajo eso de la “Justicia Universal”. Los magistrados (jueces con muchas puñetas en su toga, para entendernos) dictarán de oficio los autos de archivo de cada una de las causas, entre ellas la muerte del cámara de Telecinco José
Con esta reforma abyecta se hace que sea casi imposible poder pedir que se haga justicia, ya que se va a exigir que las víctimas sean españolas y que (más difícil todavía) los delincuentes residan en España, vamos, que de universal nada. Eso viene a ser como si te dijesen que sólo podrás denunciar un robo si el que te ha robado vive también en tu casa, ahí es nada.
Lo que resulta chocante es la apariencia horripilante y pestilente que tiene todo esto. Esta reforma, a velocidad del rayo y amparándose (una vez más) en la mayoría absoluta, se hace (¿casualidad?) después de que la Audiencia Nacional ordenara la
Esta visto que en Moncloa la Justicia que merecemos va tan poco cotizada como para que se pueda mercadear con ella. Admito que esto de la “Justicia Universal” era algo bastante “rarejo” ya que aunque el juez condenase al genocida, era muy difícil que la sentencia pudiese llegar servir para algo, vamos que podía parecer tan útil como pegarle un tiro al Sol
Pedraz mantiene el ‘caso Couso’ tras el carpetazo a la justicia universal