Lugar: "El Tortu" - Sant Andreu de Llavaneres - Barcelona - Spain (ver en Google Maps)
Hora Entrada: 16:58 Hora Salida: 17:38
Botella: 15l
BAR Entrada: 210 Bar Salida: 35
Profundidad: 23.9m
Tiempo en el Fondo: 40'
Medio: Agua Salada con bastante corriente en superficie. Salida en barco.
Temperatura Agua: 21° Superficie y 19° en fondo.
Visibilidad: Alta
Paradas: 5m:3'
Centro de Buceo: Subsiluet
Tiempo Acumulado: 5 horas y 38 minutos.
Mi tercera inmersión seria desde que obtuve mi certificación.
Nuestra inmersión estaba planificada para las cuatro de la tarde.
Llamé a Benja por la noche para ver qué hacíamos, y decidimos seguir con los planes. Él, al menos, lo tenía súper claro. Yo no puse ningún reparo.
Salí un poco antes de la oficina, comimos algo ligero (sopa y cocido madrileño regado por un buen rioja y, de postre, crema catalana, café, copa y puro) para que no nos sentara mal de cara a la inmersión. Cogimos el coche y emprendimos el camino hacia Sant Andreu de Llavaneres, lugar en el que ya había hecho una inmersión y, sin duda, haré alguna más.
Tras la llegada y los preparativos de turno, nos fuimos al barco, al "Abilio". Allí ya nos esperaban las botellas que sólo teníamos que montar en nuestros Jackets. Esta vez un 15. Íbamos a estar a más profundidad y había bastante corriente, mejor no correr riesgos.
Zarpamos y en unos quince minutos llegamos al punto de inmersión. Oscar Llobera, instructor de Subsiluet, nos hizo el briefing inicial. Ya nos advirtió de la corriente, por lo que un buzo más experto, se lanzó antes al agua y nos esperaba allí con una cuerda para que nos sujetáramos y no nos fuéramos de paseo involuntario. Nos lanzábamos cerca de la popa y debíamos ir hasta el cabo del ancla situado en la proa. Para ello usaríamos unas cuerdas en el lateral del barco, para no agotarnos nadando contra corriente.
Una vez en el cabo, iniciamos el descenso. Ahí me acordé de la inmersión anterior, y dudé por un momento. No quería que se volviera a repetir el incidente. De cualquier manera, Benja, buen compañero de buceo y mejor amigo, con su experiencia, fue en todo momento a mi lado. El descenso, de unos 16 metros, fue como la seda.
Llegamos al fondo y, mientras esperábamos al resto de compañeros, nos dimos una vuelta por los alrededores. Allí, nuestra primera visitante, una manta raya... Se paseó cerca de nosotros para perderse en el horizonte. A estas alturas, todavía no me siento bastante seguro a la hora de identificar a los habitantes del fondo, así que no sabría decirte cuál era.
Veíamos que el resto tardaba mucho y ya nos impacientábamos.
Cuando estuvieron todos en el fondo, Oscar, tal y como nos había explicado antes, cruzó la barra en la que estábamos con un sedal blanco, desde el cabo del ancla, hasta el otro lado de la barra, así, al volver, era difícil perderse.
Benja y yo nos fuimos por nuestro lado, contra corriente, por supuesto, tal y como marca el buen oficio. Nos vimos envueltos en un par de ocasiones por bancos de peces. En uno, repetimos el banco de alevines de castañuela, siempre me encuentro con ellos, pero nunca me cansa.
Disfruté de la ingravidez en el fondo. Conseguí lo más cercano a la flotabilidad neutra, algo que no me es fácil, pero sigo practicando. Me tumbé en el fondo, a 23.9 metros. La sensación era impresionante, difícil de describir. Paz, Calma, mezclado con algo de excitación... Sí, lo sé, difícil...
En aquel momento llegué a los 100 Bar en mi botella, hora de dar media vuelta dirección al barco. Íbamos por la parte más alejada de la costa de la barra, que transcurre paralela a tierra. Vimos una langosta pequeña clavada literalmente en un gran erizo, por supuesto, estaba muerta, pero no dejaba de ser curioso.
Como íbamos por el lateral de la barra, nos pasamos del punto de reunión. Uno de los compañeros nos avisó con una maraca y dimos media vuelta, pero esta vez nos costaba un poco más ir contra corriente, ya se notaba un poco el cansancio.
Oscar contó que estuviéramos todos. Nos preguntó por el aire de nuestras botellas, a mí, me quedaban 50 bares, por lo que me indicó que iniciara el ascenso.
Solté todo el aire de mi chaleco e inicié el ascenso, al lado de Benja. Agarrados al cabo del ancla, empezamos a subir. A los cinco metros, realizamos la preceptiva parada de seguridad de tres minutos. Allí, la corriente hacía con nosotros lo que quería. El cabo, atado por la parte de arriba con el barco, nos trataba como peleles. Por un momento, y para ver algo en mi ordenador de buceo, me solté del cabo. Me acordé entonces de las películas del espacio en que un astronauta se suelta de la nave y se pierde en el infinito... En esta ocasión, Benja estiró su brazo y pude sujetarme a él y así regresar al cabo... Situación divertida, para nada preocupante.
Acabamos la parada y emergimos. La corriente era un poo más fuerte, nos dejamos ir hasta la popa y allí subimos al barco.
Se había acabado una inmersión perfecta. Al parecer, fuimos los que más bajamos en aquella ocasión, aunque sólo medio metro más que el siguiente. Nos dirigimos a puerto. Una ducha, y para casa...
El miércoles nos espera otra inmersión.
Que vaya bonito,