Inmigración y marginación social

Por Carmenmt87
España, es un país que en poco tiempo ha pasado de ser una nación emigrante a uno de los focos principales de inmigración. En realidad, la tendencia es creciente en todos los países de la Unión Europea ya que va siendo centro de atracción de inmigrantes . Sin embargo, no existe un único perfil de inmigrante. Hay una gran diversidad que hace necesario considerar y distinguir esa variedad y no caer en el fatídico y terrible error de etiquetar a la persona afectada
Parte de la población inmigrante que habita o reside en España viene de los países más pobres del continente africano y de la parte central y del sur del continente americano. Según los autores Abad (1993) y Procher (1986) algunas de las principales características de la inmigración en Europa son: 
a) procedencia mayoritaria del tercer mundo. 
b) los inmigrantes se dedican a los empleos que socialmente se rechazan. 
c) crece la inmigración ilegal. 
d) la existencia de una tendencia a la concentración física de los inmigrantes con precaria situación económica en núcleos urbanos delimitados y degradados. 
Esta difícil y cruda realidad adopta una perspectiva bipolar: afecta de sobremanera a todos aquellos que cruzan el charco para sentirse a salvo al otro lado de la orilla, y también a los nativos de un país. Ambos de maneras diferentes. Pero no nos olvidemos que los más perjudicados son, sobre todo, los menores. Su experiencia jovial y su no completo desarrollo psicológico hacen de ellos seres vulnerables y especialmente sensibles a los cambios de vida. Son presa fácil y jugosa de las garras de la etiquetación, de la desconfianza, de los prejuicios, de la exclusión y de las agresiones tanto verbales como físicas. 
Actualmente, está comenzando a resurgir un movimiento ideológico xenófobo cuyo dato más alarmante es que está invadiendo la mente de los más jóvenes. Existe el miedo y el equivocado pensamiento de que los inmigrantes quitan puestos de trabajo. Existe la triste y penosa concepción de que las mujeres que llegan con embarazos muy adelantados a las costas de los países desarrollados lo hacen con toda la intención y aposta, así sus hijos ya nacerán con un estatus ciudadano bajo el brazo (son "muy listas")... Nada más lejos de la realidad. 
En primer lugar, las personas que llegan a nuestros países no usurpan puestos de trabajo. Simplemente se limitan a realizar los trabajos que muchos nativos son reacios a aceptar, y si no fuera por la mano de obra extranjera, muchos puestos de alto standing no se realizarían con tanta eficiencia, o probablemente algunos no existirían ya que muchas infraestructuras tardarían en completarse. Y en segundo lugar, las mujeres que llegan embarazadas, llegan en esa condición debido a todos los abusos sexuales que, durante su largo recorrido desde su lugar de origen, han tenido que verse sometidas a realizar. Los bebés que nacen son frutos de violaciones atroces que esas mujeres han tenido que sufrir por una vida mejor (Manuel Pajares, 2007). 
Los nativos nos preocupamos y reivindicamos cuestiones que nos afectan pero lo hacemos desde una postura egocéntrica y poco empática. Los inmigrantes nos molestan y ellos, cuando llegan, sienten que molestan. Los medios de comunicación con sus noticias morbosas y sensacionalistas y partidos políticos son los encargados del etiquetaje. Por un lado, la prensa con las noticias: el menor de trece años de origen magrebí que apuñaló a otro a la salida de una discoteca es el delincuente oel hombre ecuatoriano que mató a su compañera sentimental de un disparo es el asesino (bueno, presunto asesino, que tienen todos una ética profesional intachable). 
Por otro, el "contrato de integración" propuesto hace años por el Partido Popular no es más que un formulismo burocrático ridículo que no hace sino por un lado, acrecentar el rechazo y la desconfianza de los nativos hacia los inmigrantes y, por otro, fomentar la exclusión y mermar el autoconcepto del inmigrante. No nos olvidemos que la medida consistía en firmar un contrato en el que se comprometan a no delinquir, a no robar, a no matar, a no violar y, además, a cumplir las costumbres de los españoles pues, según parece, "los españoles tienen derecho a pedir a los inmigrantes que se integren" (Miguel Arias Cañete respaldado por el partido). No tenemos ese derecho, no está amparado en ningún sitio; pero lo que sí tenemos es la obligación de que personas extranjeras se integren, de que permitamos que convivan con el resto de nosotros como nos gustaría que se nos hiciera a nosotros. 
Tenemos el deber de su inclusión, y somos en gran parte responsables de su aislamiento y exclusión. Parece que si no firmas ese contrato eres un ladrón, un violador, un asesino y un delincuente. Esto no es nada más que la exigencia de un asimilacionismo antidemocrático en toda regla en el que la mayoría que conforma el país gobernante exige y obliga a la minoría a acatar sus normas. De lo contrario, no son bienvenidos. O lo haces, o no entras. 
En realidad, se debería apostar por una educación democrática en la que se equilibren y salgan beneficiados los dos bandos que se encuentran separados. Es decir, establezco lazos con mi cultura de origen pero a la vez participo por una sociedad global (Banks). La tolerancia, la empatía, la aceptación, el respeto, la cercanía, etc. son valores que se deben trabajar. Los inmigrantes no se integrarán mientras los nativos no les dejemos ni les demos la oportunidad de hacerlo. Conocer las culturas, entablar conversación con otros países, acercarse y conocer los gustos o su situación laboral, cultural o social... son pasos vitales para dotarnos de una visión espléndida de lo bello y diferente que es el mundo. Una mirada mágica que nos haga ver que no somos tan diferentes unos de otros y que lo que nos diferencia lo podemos integrar como propio a través de la enculturación.
En definitiva, una mirada contra la marginción social. Una marginación que la formamos los nativos para los inmigrantes, pero que lo más curioso es que no somos conscientes de la otra cara de la moneda. Y es que, con esa actitud xenófoba, excluyente y cerrada, somos los propios nativos los que nos automarginamos del resto del mundo.