Hace un par de meses debuté el Espasa de La del manojo de rosas en el teatro de Baracaldo. Quien lea este blog ya estará al corriente del entusiasmo con el que canté el barítono de una obra en la que siempre canté el tenor. Pareciera que voy camino de interpretar todos los papeles. Creo que es un lujo para mí como experiencia y puede que para el público. El barítono no sé si lo repetiré, los otros dos papeles tampoco. Está tan mal la cosa. Uno de mis compañeros de reparto, el que hizo el tenor en este último debut, creo que se ha apresurado borrarme de su papel, como si se me hubiese pasado ya la fecha. No lo siento así, aunque puede que sea evidente. Supongo que soy tan iluso que prefiero centrarme en lo que tiene de logro personal el ir ampliando mi prestación artística. Cada cual ve las cosas como las ve o como quiere verlas o como le dejan, lo importante será no tropezarse entonces con ellas.Quiero apuntar aquí lo peculiar, largo, difícil y maravilloso que es ese personaje, protagonista total de la obra, mucho más que el tenor, dicho sea de paso. Aunque prefiero decir aquí, porque creo en ello, que cada personaje es importante en su justa medida; puede haber un tenor muy bueno y un Espasa muy malo y al revés; aunque lo ideal es que sean buenos los dos, pero eso si que ya no puedo hacerlo, ¡simultanearlos!, jajaja.Cuando me lo propusieron me hizo gracia, cuando me puse a ello me entró tal vértigo que decidí estudiarlo antes que nunca. Pude comprobar la de cosas que se pueden hacer con la debida motivación. El papel antes de conocerlo parecía interminable, poco a poco, escena a escena, fui haciéndome con él hasta abarcarlo por completo. Qué experiencia tan necesaria para mí. Con la (falsa) sensación de oxidación que a uno le va entrando con los años.
No sé si llegaré a repetirlo ni cuántos otros nuevos personajes me ofrecerán o me ofreceré yo a mí mismo. Lo que sí sé es lo agradecido que estoy en momentos como este de poder subir con alguna frecuencia al Escenario, o lo que es lo mismo, al Templo mágico de la transfiguración donde los milagros ocurren siempre.