Inseguridad y desdoblamiento periodístico

Publicado el 30 septiembre 2013 por María Bertoni

Quienes ayer faltamos a la convocatoria de La Garganta Poderosa sólo pudimos seguir por Twitter -fundamentalmente gracias a la cobertura de Ingrid Beck y a las intervenciones con el hashtag #VecinosSinGorra- el acto de lanzamiento del modelo de “Control Popular sobre las Fuerzas de Seguridad” que los vecinos de Zavaleta concibieron para ponerles punto final a los abusos sistemáticos que Gendarmería y Prefectura cometen en ese barrio, desde antes del crimen de Kevin Molina. Probablemente porque perturba a los argentinos sensibles a un solo tipo de inseguridad y convencidos de las virtudes reparadoras de la mano dura, la iniciativa fue olímpicamente ignorada por el periodismo que se jacta de informar las 24 horas, minuto a minuto. Ni siquiera importó el aval de la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin), del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), de las Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, de los docentes de las escuelas de la zona.

La breve crónica de Patricia Kolesnicov preserva a Clarín de la acusación de indiferencia que recae sobre los canales de noticias y los diarios cuyos sitios web se actualizan cada hora. La excepción no alcanza, sin embargo, para invalidar la percepción de que el periodismo también se desdobla a la hora de pronunciarse en materia de in/seguridad.

Página/12 a través de Carlos Rodríguez y Tiempo Argentino de la mano de Claudio Mardones son los medios que hoy contribuyeron a reconstruir el lanzamiento de ayer domingo, irreductible a la fragmentada capacidad testimonial de las redes sociales. Las crónicas de ambos diarios responden al llamamiento comprometido (¿militante?) que el Colectivo de Trabajadores de Prensa difundió un día antes del acto en Zavaleta.

Por si estas constataciones resultaran poco convincentes, el periodismo full time insiste desde esta mañana en el episodio de gatillo fácil registrado anoche en Villa Urquiza. Quizás porque se trata de un barrio habitado por ciudadanos de primera, los canales y portales de noticias le conceden toda la atención que les retacearon al asesinato de Kevin y a la reacción ejemplar de familiares, amigos, vecinos que se organizaron para combatir sin violencia el acoso criminal de los uniformados.

Antes que informar sobre una iniciativa cívica sin precedentes, C5N, TN, América Noticias los sitios de Clarín y La Nación eligen mostrar hasta el hartazgo imágenes de los “destrozos en la comisaría 49” provocados por familiares y amigos de Eric Milton Ponce, a quien un policía baleó en la cabeza en medio de una presunta riña callejera. El contraste es tan grande que ilustra de manera irrefutable el fenómeno de desdoblamiento periodístico que afecta el tratamiento, no sólo de la inseguridad, sino de la respuesta popular frente a las masacres por goteo que las fuerzas de seguridad siguen ejecutando en plena democracia, con la anuencia -solapada o explícita- de gran parte de nuestra opinión pública.

ás cercanas que las hechas mediante estimaciones quizá más realistas.
Para combatir el desperdicio de alimentos envasados en buen estado, los fabricantes podrían incluir un chip sensor en el envase, capaz de medir, por ejemplo, el nivel de acidez de los alimentos. La información del sensor podría leerse con un escáner o con un teléfono móvil. Dicha información indicaría el grado de frescura del alimento contenido en el envase, o si un alimento congelado fue descongelado y luego recongelado.
En principio, en la actualidad esto ya es posible, usando dispositivos estándar basados en el silicio. El problema es que son demasiado caros. Fácilmente costarían diez céntimos de euro, un costo elevado para, por ejemplo, un sobre de embutido que se vende al público a medio euro.
El equipo de Eugenio Cantatore de Universidad Tecnológica de Eindhoven está ahora desarrollando dispositivos electrónicos hechos de plástico en vez de silicio. La ventaja es que estos nuevos sensores se pueden incluir fácilmente en los envases de plástico. El semiconductor de plástico puede incluso agregarse por impresión, como si fuera una tinta, sobre todo tipo de superficies flexibles, resultando así más barato de utilizar. Y es factible fabricar sensores con un costo inferior a un céntimo de euro.