En una escena del primer tramo de Insidious: Capítulo 3, la protagonista, Quinn Brenner (Stefanie Scott), acude a una audición para ingresar en una prestigiosa escuela de arte dramático. El director teatral que le examina es James Wan, realizador de las dos primeras entregas de la trilogía y que aquí se convierte en productor ejecutivo. El cameo es sin duda un guiño simpático, pero puede tener una segunda lectura: Leigh Whannell, guionista de toda la saga -y actor en el papel del cazafantasmas, Specs- puede estar confesando que necesita que Wan le dé el visto bueno en su debut como director.
-AVISO SPOILERS-
Lo cierto es que, argumentalmente, Insidious: Capítulo 3, es tremendamente coherente con las dos películas anteriores. No podría ser de otra manera estando Whannell a los mandos. Pero también es verdad que los dos primeros capítulos funcionan como un todo, mientras que éste tercer episodio es una aventura anexa. Una curiosidad para completistas. Como precuela, la historia nos da la oportunidad de reencontrarnos -en vida- con la médium Elise Rainier (Lin Shaye) y nos relata su origen, pero además, nos cuenta un caso diferente. Eso sí, para conseguir la sensación de que todo encaja con las otras dos películas, reaparecen terrores como la mujer anciana (Phillip Friedman) y en un guiño final -forzado- el demonio de la cara con pintalabios (Joseph Bishara). Además, la estructura del primer Insidious se mantiene intacta: un primer acto que tiene como finalidad establecer una cotidianidad -la vida de Quinn y su padre, Sean (Dermot Mulroney), tras la pérdida de la madre- que nos permitirá aceptar la ruptura de la realidad y que nos compromete emocionalmente con el personaje; un desarrollo que es una montaña rusa de sustos; un desenlace que a través de la resolución del conflicto interno del personaje -la ansiada reunión con su madre fallecida- permite la derrota del monstruo. Este clímax se repite en cada película -temáticamente siempre supone un reencuentro entre padres e hijos- y además está marcado por el mismo tema musical compuesto por Joseph Bishara. Sí, habéis leído bien, el compositor hace sus pinitos como actor y también encarna al demonio de la cara con pintalabios.
Todos estos elementos podrían hacer pensar que Insidious: Capítulo 3 debería, al menos, mantener el espíritu de las anteriores. Para mí, no es así. La gran ausencia es la ya mencionada del director, James Wan. La cámara de éste, sobre todo en el primer Insidious, se movía sin cesar trazando la disposición de las casas en las que vivía la familia protagonista. En cada rincón de aquellas podía aparecer un espíritu que nos hacía saltar de nuestros asientos. Aquellos eran "sustos" que ocurrían dentro del plano, mientras que en esta tercera entrega los sobresaltos llegan desde fuera: manos y caras aparecen por sorpresa gracias al montaje y apoyándose en estallidos de música. No tengo nada en contra de esta estrategia, pero sí es verdad que se pierde lo que hacía original a las películas anteriores. Hay además una diferencia estética entre este capítulo y los previos. Los fantasmas de Wan eran actores disfrazados, maquillados exageradamente como en el cine mudo. Tenían una gran presencia física -estaban realmente allí- y eso, a mí, me resultaba inquietante. Aquí, El hombre que no puede respirar (Michael Reid MacKay) está caracterizado de una forma más ¿realista? en la línea de películas de terror más convencionales. Precisamente, Insidious: Capítulo 3, con su protagonista femenina adolescente y su ambientación poco naturalista, parece una película de terror estándar, menos novedosa que las entregas anteriores. Como si Leigh Whannell supiera que, en su primer intento, debe conformarse con una obra más segura, que no defrauda, pero que no consigue vibrar en la misma frecuencia que las anteriores.