La noche se ha echado a dormir, tiene frío
El cielo, oscuro y teñido de añil, se esconde allá a lo lejosTus ojos, cerrados sueñan sueños viejosmientras caen en mi red, entregados cautivos.Fuera, la luna se mueve lenta y parsimoniosa sobre las telarañas vaporosas de su olimpo, eligiendo vestidos que enseguida desecha, hipnotizando insomnes, enamorando toros, pariendo hijos... Y yo, como siempre, la miro sin saber la causa de mi insistente insistencia, presa para siempre de su leve gravedad de fresa y menta. Y la miro y la miro y suspiro y me abrigo, mientras imagino las apariciones que desde su magnética lejanía inspiran mis suspiros. Y se esconde no se esconde, y el viento juega con su luz prestada cuando se refleja en la era, acariciando a los locos sonámbulos, que cada noche escapan a hurtadillas de sus mantas para presenciar su altiva indiferencia.Ven, luna, y dime qué cuento cuenta tu piel sureña, dime por qué causa ilumina tu luz fantasma estas fantasmagóricas piedras; dime, si es que sientes, si es que alguna cosa anhelas, y qué buscas cada noche cuando te asomas al puente y al patio, cuando en estos estanques tranquilos te reflejas y cuando apartando los espesos jazmines, a las ventanas de las solitarias torres de esta ciudad abrazas y trepas.
El prado de Proserpina
Jaroslaw Datta