Da igual que me haya levantado tres veces la noche anterior y haya estado despierta una hora cada vez, que me haya quedado definitivamente despierta a las 8 de la mañana y que haya estado todo el día trajinando para arriba y para abajo hasta las 24h. Llega la hora de meterse en la cama y yo estoy destrozada pero como una moto.
Se supone que el insomnio es uno de los primeros síntomas de la depresión postparto, pero en mi caso no lo es en absoluto, ya os comenté que no sólo estoy perfectamente sino que estoy mejor que nunca.
No es la primera vez que me asalta el insomnio, lo he padecido en otros momentos de mi vida y, de todas formas, nunca he sido de mucho dormir. Pero ahora que mi cuerpo me pide descansar a gritos me gustaría que mi cerebro pusiera de su parte.
Creo que son todas esas energias renovadas que me ha dado la maternidad, otra alegría de vivir...que no me deja dormir. Además estoy en plena fase creativa, no dejan de venirme ideas a la cabeza sobre nuevos proyectos, cosas que quiero escribir en el blog, opiniones para Ciao, planes para cuando mi bebé sea algo mayor...Así que me meto en la cama y empiezo a pensar que dormir es una pérdida de tiempo. Total, que me levanto de nuevo.
Al rato, destrozada por el sueño, vuelvo a la cama. Pero entonces tampoco puedo dormir porque veo la hora que es y se de sobra que mi bebito está a punto de reclamar un biberón, un cambio de pañales y unos pocos mimos. Así que tampoco me duermo porque no hay nada peor que despertarse con su llanto diez minutos después de haberme dormido.
Conclusión: las únicas horas que duermo realmente bien son las que van desde las 3 a las 6/7 de la mañana.
Así que no es de extrañar que no durmiendo ni cinco horas diarias como Dios manda tenga estas ojeras y la mitad de neuronas en funcionamiento. Menos mal que existe el maquillaje, que además de cubrirlas más o menos bien, me sirve de terapia (con el permiso de mi miniyo, claro). Lo de las neuronas tiene peor arreglo!.