Instituto en Cataluña: "O respondes a la encuesta o no sales al patio"

Publicado el 16 enero 2020 por Mike Sala @mikesala65

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Hay ocasiones en la que una noticia reflejada en un medio de comunicación posee menos importancia que los subsiguientes comentarios de los lectores. De hecho, ya hace un tiempo que en algunas noticias me resulta más fácil suponer las causas, las consecuencias o el alcance de los hechos descritos cuando acudo a leer lo que expresan los lectores, especialmente si el asunto gira en torno al independentismo catalán. Un somero repaso a cualquier artículo centrado en la corrupción independentista, en el  aleccionamiento en las aulas de aquella región, o la persecución de lo español, y no solo del idioma, y que emana desde las instituciones hacia cualquier estamento y aspecto social,  nos presentará en perfecto estado de revista el sentimiento xenófobo y el modo de razonar, si tal palabra, “razonar” puede aplicarse en este caso, de cualquiera que se exprese a favor de la independencia de Cataluña por encima de toda consecuencia y al margen de cualquier pensamiento crítico.
En noviembre de 2019 algunos diarios se hicieron eco de la iniciativa de un instituto de educación secundaria de la provincia de Tarragona. Tal iniciativa “proponía”-imponía, más bien-a sus alumnos contestar a una encuesta cuyo objetivo era medir el grado general de compromiso del alumnado con la causa independentista. La noticia en sí misma, aun estando las cosas como están y habiendo llegado a lo que han llegado, no deja de ser llamativa. Incluso sigue siéndolo aunque no refleje un hecho aislado. No es la primera vez que un centro escolar catalán utiliza maniobras como estas, unas dirigidas al aleccionamiento más descarnado, y otras como método de control para averiguar hasta qué punto el aleccionamiento va calando entre la infancia y la juventud. Ni esta iniciativa ha sido la primera, ni será la última.


Examinar los comentarios favorables de los lectores independentistas en estas noticias deja bien patente un par de cosas. Que el aleccionamiento progresivo que comenzó a principio de los 80s en el sistema educativo catalán ha dado sus frutos, aunque es muy posible que no con la intensidad esperada por los responsables de semejante y continuada propaganda educativa, y que los indepes catalanes de las últimas generaciones, aun sabiendo que pueden contrastar lo que el sistema les ha enseñado durante décadas para averiguar si es cierto o falso, prefieren vivir en su burbuja de victimismo y glorioso pasado pancatalanista digno de la más retorcidanovela de ficción histórica. Porque, para cualquier persona en sus cabales, resulta cuando menos apabullante leer que a los inmigrantes se les permitió ir a Cataluña a trabajar y convivir con catalanes y que es de desagradecidos no apoyar las aspiraciones independentistas de una tierra que tanto ha dado a esos mismos inmigrantes y a sus hijos. Tal es la opinión más moderada de voy a reproducir en este sitio. El lector puede imaginar el estilo y el fondo de otras opiniones expresadas por los visitantes independentistas de esos medios de comunicación. Las que no transmiten odio, transmiten el consabido victimismo, o tratan de adoctrinar en una historia catalana más falseada que el currículum de un político.


Casi exactamente igual que en la Alemania dominada por los nazis, Cataluña vive desde hace mucho una segunda fase de adoctrinamiento y propaganda independentista. La fase en la que la propaganda la divulgan los propios adoctrinados y convencidos, como en la Alemania de preguerra, cuando las juventudes nacional socialistas colaboraban en la propaganda del régimen con dedicación y entusiasmo, después de haber sido educadas en la creencia de la gloria del Reich y en la misión sagrada del Führer. Casi exactamente igual.
Dialogar con los independentistas es imposible para un disidente, y presentar argumentos documentados sobre acontecimientos históricos es una pérdida de tiempo. De hecho, el buen indepe tiene asumido que siempre ha sido sojuzgado y dominado por un estado español centralista y opresor; y jamás querrá reconocer que el independentismo y sus líderes han hecho y dicho lo que les ha dado la gana desde los inicios de la transición y que se han beneficiado de ello en todos los aspectos, desde el político hasta el económico. Precisamente la mejor prueba de ello es la existencia del propio independentismo, que lleva décadas acorralando a los españolistas con la connivencia de las autoridades, también independentistas, en una sociedad tradicionalmente gobernada y dominada por indepes que ya no necesitan disimular ser lo que son. Independentistas que tienen a su disposición los ingentes medios de unas administraciones que les alimentan con el dinero de los contribuyentes de toda España.
En estos días, la noticia  de la encuesta de ese instituto de la provincia de Tarragona ha vuelto a la actualidad, porque los padres de los alumnos han pedido amparo al defensor del pueblo ante la falta de neutralidad del centro educativo. Un intento loable y valiente, que, a buen seguro no conseguirá apenas otra cosa que señalar a los padres disidentes que se enfrentan al totalitarismo independentista. Porque, mientras estos padres se enfrentan al sistema para defender a sus hijos, la gran maquinaria indepe, engrasada y ajustada con victimismo, dinero público, mentira continuada y no pocos tintes de xenofobia, seguirá adelante triturando a quien se atreva a plantar cara bajo la mirada aprobadora de tanto independentista entrenado en el odio y acostumbrado a disculpar la exclusión, a defender la imposición y a justificar la violencia.

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