Instrucciones para ser un TERNA (mientras se va pensado que nuestro buen gobierno nos protege)

Publicado el 30 noviembre 2020 por Apgrafic
© Oscar Farje/Andina

Para ser un TERNA en el Perú hay que aprender, consciente e inconscientemente, las luces y sombras de la cultura policial: la preservación del orden sobre el bienestar de la ciudadanía; obedecer a la autoridad pagando el precio de la deshumanización; hacer cumplir la ley con todas las trampas de la corrupción. Todo al servicio de la patria.

Haciendo memoria reciente, lxs TERNA, después de Merino y Ántero Flóres Araoz, fueron los personajes más repudiados en las marchas originadas por la crisis política. La información difundida por lxs manifestantes refleja ese rechazo: manuales para identificarlxs, videos de detenciones arbitrarias y disparos al aire, un grafiti de la hoz y el martillo muy poco creíble y memes sobre ternas virtuales. 

Gustavo Gorriti ha criticado la purga policial del presidente Sagasti y se ha sumado a los pedidos de reforma: "En la Policía hay de todo, desde héroes cotidianos hasta delincuentes en uniforme. La necesidad de mantener un proceso continuo de reformas, entrenamiento, control interno, preparación y estímulos, es más que evidente. Y ello no debe ser algo limitado en el tiempo sino permanente, como debe suceder con toda organización compleja, de múltiples misiones". 

Los abusos policiales en las manifestaciones son atribuibles a esa facción delincuencial. Esta nota intenta desnormalizar la violencia y la represión que ha experimentado la generación del Bicentenario por parte de la PNP. Una breve disección de lxs TERNA que marcharon del lado equivocado.

EL ESCUADRÓN VERDE


Foto: El Comercio

En 2003 se creó atención al nombre la División de Operaciones Especiales y de Jóvenes en Riesgo Escuadrón Verde – Lima, para contrarrestar la delincuencia en puntos específicos de alta incidencia y desarticular bandas dedicadas a la microcomercialización de drogas, hurto y robo.

Desde el 2012, con Daniel Urresti de Ministro del Interior, el escuadrón fue fortalecido con la Compañía de Inteligencia Táctica Operativa Urbana “Terna”, efectivos policiales que se visten de civil para realizar acciones de investigación e intervenciones. Hasta antes de las manifestaciones, lxs TERNA tenían cierto reconocimiento en el imaginario popular gracias a noticieros y programas de televisión como "Alto al Crimen" (Latina), por su contribución a la seguridad ciudadana y la disminución en la percepción de inseguridad. También desprestigio, por el abuso de poder en marchas anteriores, como las de la Ley Pulpín, entre diciembre de 2014 y enero de 2015.

INSTRUCCIONES PARA SER UN TERNA

Para ser parte del escuadrón verde, formalmente, hay que ser graduadx de la escuela de suboficiales de la PNP y obtener, luego de 6 semestres, el título de Técnico en Ciencias Administrativas y Policiales, equivalente a un título de estudios superiores técnicos. Otro es el destino de aquellxs que ingresan a la escuela de oficiales de la policía, que en 8 semestres obtienen un título equivalente al universitario que, como en todo nuestro sistema educativo, requiere una inversión mayor de tiempo y dinero. Estxs policías suelen ocupar puestos en los que realizan actividades de gestión y liderazgo.

Promover la formación policial con un enfoque de respeto de los derechos humanos es un mandato constitucional. Sin embargo, un análisis de los sílabos del programa educativo de la escuela de oficiales muestra lo contrario. En toda la malla curricular, solo hay un curso dedicado al tema. “No se puede decir, entonces, que el perfil del oficial de la PNP, que se quiere formar, tenga como elemento central una mentalidad a favor de los derechos humanos”, afirman las conclusiones de la investigación “¿Cómo se forman los policías? Derechos humanos y policía comunitaria” (2020, Fondo Editorial PUCP). El mismo estudio muestra otras falencias, como la concepción negativa de los conflictos sociales, los disturbios y otras formas de acción colectiva, siempre al margen de la ley; cursos de criminología que buscan “identificar los factores genéticos y endocrinos del crimen” y mencionan entre los trastornos de la sexualidad a la homosexualidad y pocas unidades dedicadas a los dispositivos legales para el empleo de armas antidisturbios o conocimientos en derecho procesal penal. Un tema aparte es la baja calidad docente.

Una vez graduadxs, sub oficiales de preferencia entre 19 y 24 años, son asignadxs de manera aleatoria en un sistema rotativo bianual a integrar el escuadrón verde. En la práctica, muchxs de lxs futurxs TERNA no han concluido sus estudios, pues como en muchas otras áreas de la institución policial, entran en funciones bajo el argumento de que faltan efectivos en las calles. Una vez designadxs, sus entrenamientos prácticos tienen una duración de seis semanas. Su labor fusiona las tareas de una unidad operativa de prevención del crimen e investigación criminal. 

Lxs TERNA concentran los defectos de PNP: no culminan con sus estudios (en caso de culminarlos, la formación tiene serias deficiencias), son entrenadxs para atrapar a personas en el último eslabón de la cadena del delito, contrarrestan el crimen mediante el amedrentamiento y el castigo a un sector de la población que tiene que lidiar con otros males, como la pobreza. Tienen una formación y proceder militarizado y violento. Muchas veces, sus detenidxs no logran ser judicializados.

LA CULTURA POLICIAL: DIOS, PATRIA, LEY

En 2001, en el contexto de la transición democrática posterior a los gobiernos de Alberto Fujimori, hubo un esfuerzo por reformar a la PNP. Para esto, se constituyó una Comisión Especial encargada de hacer el diagnóstico institucional. El informe da cuenta de algunos aspectos de la educación y la cultura policial que continúan siendo problemáticos.

El régimen de internado y la noción y espíritu de cuerpo policial fortalecen la idea de una policía alejada de la comunidad. Las conductas castrenses en la formación y en la función acentúan la distancia. Se señala el principio de “formar carácter”, usado como pretexto para atentar contra la dignidad de las personas, bajo el concepto de “disciplina”.

Sumado a esto, la sabiduría popular tiene identificadas prácticas de corrupción cotidianas y generalizadas. Coimear y sembrar son palabras habituales en anécdotas policiales. No son términos creados perversamente para difamar. Tiene sentido que un policía mal pagadx coimee y que se siembren pruebas para que un detenidx sea encarceladx.

Para ser un TERNA en el Perú, hay que aprender, consciente e inconscientemente, las luces y sombras de la cultura policial: la preservación del orden (sobre el bienestar de la ciudadanía), obedecer a la autoridad y ser disciplinadx (e insensibilizadx) y hacer cumplir la ley (con todas las trampas de la corrupción), todo en servicio de la patria.

LA POLICÍA NO ME CUIDA

El Estado peruano ha suscrito tratados internacionales en materia de derechos humanos que garantizan los derechos a la libertad de reunión y asociación. La protesta es un derecho. Sobre esto, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) anota que cuando se rompe el orden institucional democrático, debe ser entendida bajo el deber de defender la democracia. La protesta es un deber. 

Según estándares internacionales, las protestas deben ejercerse de forma pacífica y sin armas y los Estados deben adoptar las medidas para evitar la violencia, garantizar la seguridad de las personas y el orden público[1]. La seguridad ciudadana, entonces, debe consistir en la protección y control de lxs civiles y no en el trato de la población como el enemigo.

La policía debe tener como objetivo la facilitación y no la contención o confrontación de lxs manifestantes. Los operativos deben orientarse a garantizar este derecho y a proteger a la población. En este contexto, el uso de la fuerza es concebido como un recurso último y para justificarlo, deben satisfacerse tres principios: legalidad, absoluta necesidad y proporcionalidad.

La CIDH señala la infiltración y las prácticas de inteligencia encubierta como aspectos graves de la criminalización de la protesta. En este sentido, la participación de policías de civil dificulta la revisión de irregularidades y violaciones de derechos.

Para ser un TERNA en el Perú, hay que estar dispuestx a criminalizar la protesta, detener arbitrariamente a ciudadanxs a los que se debería estar protegiendo. Desnaturalizar su ejercicio de derechos y deberes, distorsionandolos, concibiéndolos como agitadores y enemigxs. Todo en defensa de un orden público y una paz social que privilegió el orden ilegítimo y quebrado de la crisis política.

LOS ABUSOS POLICIALES


Foto: El Comercio

En el artículo “Brutalidad policial, sus consecuencias y lo que nos toca”, Sandra Rodríguez ha sistematizado la información sobre las violaciones a los derechos humanos por parte de la PNP y las demandas clave de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos al respecto. Los hechos se contraponen al desprestigio de las protestas en los medios y a la individualización de las responsabilidades.

Lo evidente es que la policía, como institución dirigida por el gobierno, no contempló ningún estándar respecto a sus funciones en manifestaciones pacíficas. Uso de armas no letales a corta distancia y municiones ilegales; detenciones arbitrarias y abusos de poder por parte del grupo TERNA y el despliegue estrategias para emboscar a lxs manifestantes tienen como graves consecuencias a dos asesinados (Bryan Pintado e Inti Sotelo), más de 200 lesionados, 17 aún hospitalizados y 9 heridos de gravedad que no podrán tener una vida normal. 

En este contexto, la prensa independiente, de la mano de la gran comunidad de manifestantes, está haciendo esfuerzos de sistematización y recopilación de los hechos. Rosa Laura, miembro de IDL Reporteros, ha reconstruido de manera minuciosa en un reportaje insólito, compuesto por fotos y videos de periodistas y manifestantes, el momento a momento de la muerte de Inti Sotelo. 

En la semana del 9 al 15 de noviembre, que dicen duró 200 años, todo se develó en crisis. Nuestrxs representantes no nos representaron, mandaron a su casa al presidente que en marzo nos ordenaba la cuarentena, la policía a la que aplaudíamos nos disparó y agitó la violencia en manifestaciones pacíficas,  las armas no letales nos mataron a dos compañeros, lxs mismos manifestantes, desprestigiadxs, reprimidxs y eliminadxs fueron proclamadxs como héroes de la democracia. Cuando todo pierde sentido, se recupera con humanidad y con dignidad, en las calles.

* Esta nota fue realizada con la asesoría de y en base a una entrevista con Gelin Espinoza Prado, Politóloga de la PUCP, a quien le reitero mi agradecimiento.
Gelin es miembro de la Red de Trabajo sobre Sistemas Penitenciarios de las Américas de John Jay Collage of Criminal Justice e investigadora del Grupo Interdisciplinario de Enfoques Cualitativos para el Estudio de la Política de la PUCP. Ha sido asistente de docencia en la Maestría para la PNP de Políticas Públicas y Gestión Pública de la PUCP; ha participado en la elaboración del Estudio Histórico de la  Formación Profesional Policial (1921-2016) y ha trabajado como analista en la Dirección General contra el Crimen Organizado de la PNP y para la Estrategia Nacional Multisectorial Barrio Seguro.


[1] La CIDH ha destacado que los Estados, al determinar su actuación en los contextos de manifestación pública, suelen subordinar el ejercicio del derecho a la protesta social al presunto mantenimiento de intereses colectivos como el orden público y la paz social, basándose en la vaguedad o ambigüedad de estos términos para justificar decisiones restrictivas de los derechos. La noción de orden público y paz social que se impone parece preocupada únicamente en garantizar el orden como una expresión del poder del Estado y privilegiar los derechos e intereses de quienes se puedan ver afectados circunstancialmente por las protestas. (Protesta y derechos humanos, OEA,  2019)