"Ahora sé que la música cura. Sé que me salvó la vida, que me mantuvo a salvo, que me dio esperanza cuando no la había en ningún otro sitio."
James Rhodes es uno de los más aclamados concertistas de piano de la actualidad y también un gran renovador de la música clásica. El camino para llegar a cumplir lo que desde muy jovencito ha sido su sueño no ha sido fácil, sin embargo. El pianista británico sufrió abusos sexuales continuados a muy corta edad (violaciones, hablemos claro, como lo hace él), pero a pesar de lo que cabría esperar, no es este el tema central de sus memorias, si bien es algo omnipresente a lo largo de las mismas, al igual que, como no podría ser de otra manera, es algo indisoluble de los actos, pensamientos y sentimientos de Rhodes.
"El acto físico de la violación solo es el principio: cada vez que me hacía aquello, parecía que él se quedaba con una pequeña parte de mí, hasta que me dio la impresión de que no me quedaba nada mío que fuese real. Y esas partes que él se quedaba yo no las recuperaba pasado un tiempo. Lo que demasiadas veces nadie denuncia, nadie examina y nadie reconoce, es el legado que le queda a la víctima."Y es ese legado, esas consecuencias, ese truncamiento de la infancia y por tanto del desarrollo normal al que toda persona tendría que tener derecho, lo que nos cuenta en este libro. Alcohol, drogas, autolesiones, estancias en un psiquiátrico. Un matrimonio fallido. Pero también un nuevo (y esta vez auténtico) amor, buenos amigos y un hijo que, contra natura, le ha sostenido a la vida.
"Solo digo una cosa: de niño me violaron. En el transcurso de cinco años mantuve relaciones sexuales con un hombre tres veces más grande que yo y entre treinta y cuarenta años mayor, en contra de mi voluntad, de forma dolorosa, secreta, agresiva, montones y montones de veces. Fui convertido en algo que utilizar. El dolor (físico, mental y espiritual) lo podía sobrellevar. Pero lo que no te cuentan es que las consecuencias extienden sus manos frías y tóxicas más allá de tu propia persona. Instauran en ti la firmísima creencia de que todos los niños atraviesan la infancia sufriendo de las formas más abominables, y de que nada ni nadie los puede proteger de ello. Traer a Jack a este mundo me hacía cómplice de todo el dolor futuro que con certeza iba a sufrir. El CABRÓN que me follaba no solo me había destrozado a mí, sino que ahora, también le iba a robar la infancia a mi hijo. Y la culpa era mía. Ese dolor no podía soportarlo. Ese hombre me quitó la paternidad. Y se reía al hacerlo. Esto, al margen de mis privilegios, de mi egocentrismo, del estúpido pijerío de mi vida en el norte de Londres, debería inspiraros espanto."Y música, música, música, música,...
boxing gloves. Fotografía de Generation Bass
La misma cercanía que aspira a imprimir a su música, con las ideas revolucionarias que caracterizan sus conciertos y su carrera, es la que destilan las páginas de su libro, y no tan solo por ese lenguaje coloquial al que antes hacía referencia. Su estilo desenfadado nos procura un salvavidas en la travesía por su via crucis particular, y su cultivado cinismo pone distancia a su dolor silenciado por años. Sospecho que este cinismo no es más que un mecanismo de defensa por su parte, una barrera que le permite continuar con la escritura (y con su vida) sin que le embargue el dolor, la vergüenza y la culpa. ¿Culpa de qué, os preguntaréis? El mismo autor nos ofrece la respuesta con la definición del diccionario de la palabra vergüenza ("Una dolorosa sensación de humillación o congoja causada por la conciencia de haber actuado mal o con insensatez"), y confiesa que dicha definición le "parte un poco el corazón"."La vergüenza es el motivo por el que no se lo contamos a nadie. Las amenazas funcionan cierto tiempo, pero no años. La vergüenza asegura el silencio, y el suicidio es el silencio definitivo."Pero la música, la música, la música,...
La música es capaz de salvar esa barrera, ese muro que Rhodes inconscientemente levanta a su alrededor. La música es lo único limpio que hay en su vida. Al hablar de la música clásica, de lo que significa para él, sus ideas, cómo la concibe,... ahí sí que se expresa sin censura, con una locuacidad y autenticidad inaudita. Y consigue lo insospechable al inicio de la lectura de este libro, que su lectura sea arrebatadoramente entusiasta y esperanzadora. Porque yo no sé si la música cura, como este pianista sostiene (aunque también afirma que la recaída siempre será una amenaza a la vuelta de la esquina), sólo sé que al igual que la literatura, es un revulsivo y universal catalizador de emociones (vale, sí, cura). Y también sé, tras concluir estas páginas, que es capaz de brindar esperanza. Por eso pienso que incluso aquel que se resista a interrumpir alguno de los compases de "Instrumental" con sus aplausos será incapaz de terminarlo sin una ovación final. Y por eso mismo yo sí que no me resisto a concluir esta reseña sin coronarla con la frase que Rhodes toma prestada de Charles Bukowski como título de uno de sus artículos en el Blog de Cultura de The Guardian:
"Encontrad lo que os encanta y dejad que os mate."Al fin y al cabo (y creo que esto es algo que James Rhodes ha asumido y asimilado con todas sus implicaciones) de algo hay que morir.
Piano. Fotografía de Eunbyul Sabrina Lee
Ficha del libro:
Título: Instrumental
Autor: James Rhodes
Editorial: Blackie Books
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 288
ISBN: 978-84-16290-43-7
Siguiendo la misma pauta que en sus conciertos, James Rhodes ha hecho una personalísima selección de piezas musicales para encabezar cada capítulo de sus memorias, que acompaña con un breve comentario sobre los autores de las mismas y los motivos de su elección. En este enlace podeis acceder a la playlist de "Instrumental".
Os dejo también un vídeo con la interpretación de la Chacona de Bach y Busoni por el propio Rhodes, y con la entrevista que concedió al programa de TVE Página Dos.