Revista Opinión

Instrumentos Y Técnicas De Tortura Durante La Edad Media

Publicado el 15 noviembre 2018 por Carlosgu82

Antiguamente, especialmente durante la Edad Media, la tortura estaba a la orden del día, llevándose a cabo prácticas completamente inhumanas. Llamándole justicia , se servía de ciertos utensilios y mecanismos de tortura, ya fuera para que los criminales confesasen, o porque habían sido sentenciados a pena de muerte. Sin embargo, estos instrumentos y técnicas no fueron usados únicamente por los órganos judiciales, sino también por grupos políticos, religiosos o militares.

A lo largo de la historia se han inventado instrumentos de tortura para aplastar, desgarrar, cortar, quemar, ahogar o descuartizar. Toda una serie de herramientas de lo más aterradoras.

Algunas de ellas:

El aplasta cabezas: Muy usado durante la Edad Media, estaba destinado a destrozar, literalmente la cabeza de la víctima. La barbilla se colocaba una la barra inferior y el casco era empujado hacia abajo un el tornillo. De este modo, primero se rompían los alvéolos dentarios, seguido de las mandíbulas y, por último, el cerebro terminaba saliendo por la cavidad de los ojos y entre los fragmentos del cráneo.

La cuna de Judas: Usado generalmente en las confesiones. Se elevaba al reo con cuerdas sobre una pirámide de madera, con punta de acero en su cúspide. La víctima era soltada de golpe sobre la pirámide, provocándole graves heridas en la zona genital y anal.

Las uñas de gato: La víctima era colgada desnuda por los brazos y, con un instrumento dotado de garfios afilados, era “rascado”, desgarrándole la piel y arrancándole la carne a tiras. A menudo, los garfios penetraban tanto que dejaban el hueso al descubierto. El torturado solía morir desangrado, después de haber perdido el conocimiento por el dolor.

El potro: Uno de los instrumentos de tortura más conocidos, en el que tumbaban a la víctima con las extremidades bien atadas. Después, se accionaba un mecanismo de cuerdas y rodillos que hacía que el cuerpo se estirase en direcciones opuestas, provocando que los hombros y caderas se desencajasen.

La rueda: Se amarraba al sentenciado a una rueda y los verdugos le asestaban golpes con unos mazos enormes, rompiéndole las articulaciones y cuidando de no asestarles ningún golpe fatal. Después eran abandonados vivos sobre la rueda para que los cuervos y otras aves carroñeras terminasen el trabajo.

El burro español: Se colocaba al reo, desnudo, sobre una cuña de metal muy afilada. Sin necesidad de un torturador, la víctima moría desangrada a causa de las heridas provocadas por la cúspide del potro y las pesas que llevaban colgadas de los pies. Según la cantidad de peso, se alargaba más o menos la vida del torturado

El cinturón de San Erasmo: Collar, cinturón o brazalete con pinchos en la parte interior que se le colocaba a la víctima. Al estar muy ajustado el collar, cada pequeño movimiento, incluida la respiración, le provocaba heridas que terminaban por infectarse y a engangrenarse.

El agua y el lino: Se ataba a la persona con alambre de espino y se le tapaba la boca con trapos para evitar que vomitase. Por medio de unos tubos, se le introducía agua por las fosas nasales hasta el estómago, llenándoselo completamente de agua. El forcejeo causado por el dolor al sentir el estómago a punto de explotar, hacía que el alambre se clavase en muñecas y tobillos.


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