Insubsistencias de la moneda

Publicado el 18 diciembre 2016 por Jmartoranoster

Luis Britto García.

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No es la primera vez que en Venezuela queda sin valor parte de la moneda. En la Colonia, la falta de numerario obligó a usar como circulante oro, perlas, tabaco y cacao. Durante el siglo XVIII exportamos cacao hacia la Nueva España: parte del circulante quedó constituido por moneda acuñada en México, la llamada macuquina de plata.
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La Constitución Federal de 1811 dispone que “El Congreso tendrá pleno poder y autoridad (…) -De acuñar y batir moneda, determinar su valor y el de las extranjeras, introducir la de papel si fuere necesario, y fixar uniformemente los pesos y medidas en toda la extensión de la Confederación”. Al poco tiempo el Congreso autoriza a emitir un millón de pesos de una nueva moneda, pero ésta es de papel, sin respaldo, fácilmente falsificable, y tan rechazada por los ciudadanos que Bolívar escribe en el Manifiesto de Cartagena que éstos “llamaron al Comandante de las tropas españolas, para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más horror que la servidumbre”.
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Monteverde restablece la circulación de las especies españolas. Cuando Bolívar libera Caracas en 1813, el marqués de Casa León ordena acuñar piezas de cobre con “las 40 o 42 libras de este metal que se hallan existentes y de la moneda de plata macuquina en los términos que previene el Sr. General”. Tras la derrota en la segunda batalla de La Puerta, a su llegada a Caracas ordena Bolívar que se acuñe la plata de las iglesias. Cuando los realistas toman la capital, declaran esa moneda insubsistente y reintroducen los macuquinos. El Pacificador Morillo se refiere al circulante patriota diciendo que “La moneda que ellos acuñaban era la macuquina nuestra sin haber alterado cosa alguna en la ley ni en el tiempo, y con algún mayor peso que aquella: ésta circulaba en toda la Provincia, y Bobes la dejaba correr en los pueblos que allanaba socorriendo a sus tropas con ella”. Morillo la prohíbe, y acuña con sello monárquico otra moneda parecida, llamada “la Morillera”.
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Petión aporta numerario para la expedición de los Cayos, y Bolívar dispone que “se nacionalizaran y revaluaran dichas monedas de plata haitiana, estampándoles un pequeño resello”, para sustituir las “Morilleras”. Paez en marzo de 1817 decreta en el Yagual que se le entregase “toda la plata que tuvieran los emigrados para devolvérsela acuñada y sellada”, y funde con ella una moneda muy imperfecta, cuya circulación prohíbe Bolívar en toda la República menos en Barinas. El 21 de noviembre de 1819, encontrándose en Sabana Larga, el Libertador decreta que se acuñe de nuevo, con el llamado sello del busto de la India, “la moneda que hay amortizada en la Casa de Moneda de Santa Fe, la cual circulará en todas las provincias libres de la Nueva Granada y Venezuela”.
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El 8 de septiembre de 1820, en marcha hacia Ocaña, Bolívar comunica al vicepresidente Santander que “He mandado al gobernador Gual que organice ambas provincias; he prohibido la circulación de la mala moneda”. Pues abundan las falsificaciones y el uso de especies extranjeras, hasta que Antonio Guzmán Blanco impone en 1879 el bolívar plata como moneda oficial y veta las divisas foráneas. Pero en el país se instalan diversos bancos y cada uno imprime su papel moneda particular, con lo cual la circulación deviene caótica e insegura. La quiebra del banco implica la de los tenedores de sus billetes. Con la creación del Banco Central de Venezuela en 1941, se atribuye a éste la competencia exclusiva de acuñar e imprimir moneda: los distintos billetes de los bancos privados deben ser convertidos a la moneda oficial en breve plazo, antes de perder su valor.
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No paran aquí los avatares de nuestro signo monetario. Rómulo Betancourt desaparece las monedas de plata. En su segunda presidencia, Carlos Andrés Pérez lanza un billete de un bolívar, llamado “el Tinoquito” como el ministro de Hacienda de la época, Pedro Tinoco, que en su doble condición de ministro y banquero regía un ente que según Uslar Pietri amenazaba con monopolizar la economía nacional. Imprimir el adefesio cuesta más que su valor nominal, y desaparece ante la inflación rampante. En 1992 en su segundo mandato Rafael Caldera preside la más grande crisis financiera del país, porque los banqueros, que habían abandonado la intermediación financiera para recibir del gobierno intereses cercanos al cien por ciento anual por los “bonos cero cupón”, huyen robándose más de la mitad del circulante. Hay infartos y suicidios de los ahorristas arruinados. Nada hace el gobierno de la época, cuya incuria y quizá complicidad fue en parte responsable del desastre.
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El 11 de abril de 2002 los banqueros imponen por su cuenta un “corralito bancario” que permitía retirar sólo 50.000 bolívares, suma que la inflación de la época había hecho insignificante. Esta insólita medida de confiscación privada de la casi totalidad del circulante de la ciudadanía demostraba que el sector bancario no sólo conocía, sino que además era cómplice, del golpe que se daría horas después. En cualquier otro país, esta masiva cesación de pagos habría dado lugar a una corrida capaz de acabar en horas con la banca privada. Hasta donde sabemos, no se sancionó a los culpables. El 2008 el “bolívar fuerte” deja insubsistentes los demás cuños e impresiones. Todo pasa, hasta el papel, que lo aguanta todo.

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo.
 brittoluis@gmail.com