Hablaría sobre lo que he aprendido de las mujeres. Pero qué cómodo y narcisista, cuando puedo hablar sobre cómo casi he detenido su luz, ofendiéndolas. No se detuvo, porque ellas son más que los comentarios de un hombre estúpido. Como dije en este artículo, la revista abraza las nuevas masculinidades. Y hay que hablar también en primera persona, no sólo sobre lo que debemos ser, sino lo que hemos sido, machistas.
Debo aclarar, y no me justifico, que no buscaba ofenderlas. Cómo, si en ese instante eran mi mejor amiga y mi novia. En diferentes etapas, son las dos personas con las que más he conectado, siendo alguien introvertido que no crea relaciones tan fácil. Pero las hice sentir mal y soy responsable de ello. Les pedí disculpas, pero la verdad deseaba retroceder en el tiempo y decir otra cosa, o no decir nada.
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“Como un 6, un 7...”, dije de mi mejor amiga, enfrente, sobre qué calificación le daría de “bonita”. Impulsado por otras compañeras, también me pidieron les diera “su calificación”. Idiota, las dí más altas. Nunca había “calificado” a una mujer, ni sé bien porqué accedí, supongo que para “ser parte de”. Me llevaba con esas compañeras, pero no había platicado tanto ni sabía nada de sus vidas como la de mi amiga. Ella se alejó, y con toda la razón. Me dijo cómo se sentía, más porque lo había dicho yo, y que no me creía ese tipo de hombre. Me comparó con un compañero que no me agradaba, porque se declaraba abiertamente, e invitaba a otros, a ser un “todas mías”. Yo no me veía en él, pero lo era en ese instante, al sentirme juez para calificar y decidir la belleza de una mujer. Como si yo fuera qué.
“Quizá no tenías el gran conocimiento intelectual, pero nos la pasábamos bien”, le dije a mi novia de ese entonces, una de las veces que ella terminaba la relación. Cuando vuelve a salir el tema (porque sí, aún hablamos pese a todas las demás complicaciones -y alegrías- que tuvimos, nada más machista que esto), ella dice que no, que lo saqué así de la nada, pero no. No importa, en realidad. Ahí sí, en mi incapacidad intelectual, no me parecía un insulto. No sé cómo, ya que lo pienso y si me lo dijeran a mí, sí lo vería así.
Creo que nadie es “tonto” y todos tenemos algo que darle al mundo, pero quizá lo habría desestimado con humor. Porque en el imaginario colectivo, el “hombre tonto” es chistoso y alegra, mientras la “mujer tonta” es una tarada que no servirá para nada. El hombre se puede reír, la mujer no. Así el humor, planteado por el patriarcado, determina la realidad, según se es hombre o mujer.
En ese momento, no me dijo que se sintió mal, pero cuando lo contó, de nuevo me veía frente a eso a lo que me oponía. No creo que ser "culto” o leer libros te haga una mejor persona, sí más pretencioso e insoportable. Y lo fui en ese instante. Aún pienso, ¿qué diablos significa “conocimiento intelectual”? Busco el concepto, y veo se refiere a tener una percepción de la realidad. Pues ella tiene una mucho más desarrollada que la mía, en cuestionarse y pensar su mundo propio y sus relaciones, en aprender. Mientras yo, a veces sólo busco dar respuestas, como si fuera un manual de vida o una enciclopedia. Como un "hombre", o un imbécil, básicamente.
Muchos hombres dicen que ya no tenemos privilegios, o cuáles son. Les puedo decir que gozamos del privilegio de insultar a las mujeres. De hacerlas sentir mal donde, quizá sin la intención, podemos afectarlas. En mis 22 años de vida, obviamente me han rechazado mujeres y me han hecho sentir menos atractivo, faltaba más que no lo hicieran. Pero nunca me han calificado con un número, ni han puesto en duda mi capacidad para hacer o ser algo. Yo sí lo hice con ellas. Y probablemente tú, si eres hombre, también has hecho algo semejante. Nacemos y crecemos con ese poder, de hacer lo que queramos, de sentirnos con el “derecho a”.
Aprendí de estos dos episodios, y nunca he vuelto a hacer comentarios de ese tipo que, más bien, son la práctica de una construcción cultural, que busca demostrar que eso es la realidad. Que las mujeres no deben ser reconocidas, pero sí menospreciadas. Como decía, no los he hecho porque no es algo que busque, aunque ocurrió, pero además porque soy más cauteloso al hablar. Todos los hombres tenemos que serlo.
A nosotros, desde pequeños, no nos dicen tontos, ni que debemos conseguir una mujer para no quedarnos solos. Al contrario, somos lo más valientes y seguros que se pueda ser. Y eso afecta, porque no siempre seremos eso y cuando lo seamos, dañaremos vidas. Eso, más que no ser un hombre, no es humano. Ya hemos hecho mucho daño. Si te animas, como yo lo hice, te invito a que lo cuentes en tus redes, con el hashtag #InsultéAUnaMujer. ¿Eso sí sería valiente, no? Explotemos esas realidades invisibles, y no la de los hombres que aseguran las mujeres viven mejor que nunca, o el más ridículo, por qué diablos existe un Día Internacional de la Mujer, y no del hombre. Quizá porque las hemos despreciado y ellas, lo han superado.