‘¿Intelectuales?’

Por La Cloaca @nohaycloacas

Publicado por Pepe González

En muchas ocasiones hemos desconfiado de la condición de intelectual de la gran mayoría de personas a los que se la atribuye, o incluso autoatribuye. Desconfianza reafirmada tras el leer el artículo en el que Ezequiel L. recientemente nos reflexionaba sobre las funciones de los intelectuales. Ante ello, hemos visto necesario plantearnos qué es realmente ser un intelectual, o mejor dicho, qué entendemos razonable requerir para poder ser considerado un intelectual, para así poder comprender mejor su función.

Consideramos que si el papel de un intelectual es reflexionar críticamente sobre la realidad para así influir en el resto de actores sociales, y políticos, deberá ser una persona de gran capacidad analítica y sintética. Por tanto, deberá ser alguien de gran inteligencia, de una alta capacidad intelectual que les haga sobresalir. Pero, por sí misma, esta capacidad no es suficiente para poder pronunciarse sobre alguna cuestión con autoridad. Consideramos que ha de haberse aprovechado con una buena formación, la cual le permita sacar todo el provecho a su gran inteligencia. Y finalmente, consideramos que a esto deberá añadir honestidad intelectual para poder ser consistente.

En cuanto a la capacidad intelectual, sabemos gracias a la psicología que las personas más dotadas intelectualmente presentan por definición características eminentemente liberales, y anti-estatistas o anti-colectivistas como el individualismo, la aversión a la autoridad, o la necesidad de libertad creativa. Sin embargo, al menos en España, asociamos muy habitualmente al intelectual con alguien de tendencia estatista, algo que por lo expuesto resulta oximorónico, contradictorio. Esto nos llama la atención. No obstante, quizás podría ser que estas personas inteligentes a través de su formación hayan concluido que lo mejor para el ser humano es el estatismo antes que la aversión a este. De este modo, se habrían visto obligados a ir contra  su naturaleza antiautoritaria. ¿Pero es realmente así? ¿Han sido exitosos los modelos colectivistas?

Tras plantear una serie cuestiones en el párrafo anterior, nos detenemos a observar la historia. Esta nos dice que no ha habido un solo modelo colectivista. De hecho, no hay una sola excepción que confirme la regla. Ejemplos como los primeros años del comunismo en la URSS donde murió un cuarto de la población de hambre y de frío, o que Cuba pasase de ser un país tan rico como Francia, y el doble de rico que España o Italia antes de la llegada del Fidel Castro al poder, a ser un país muy pobre dependiente de la ayuda exterior ya en los cinco primeros años del castrismo. En cambio, los modelos individualistas, y de gran respeto por la libertad, sí han supuesto un gran éxito. Los EE.UU. suponen un gran ejemplo de ello por el gran crecimiento y desarrollo que experimentaron durante el siglo XIX. En este sentido el filósofo francés André Comte-Sponville al igual que Hernando de Soto, o incluso Juan Triana Cordoví, resulta muy ilustrativo porque sigue teniendo en él elementos claramente estatistas, a diferencia de otros conversos a través de su formación como Thomas Sowell, o el mismísimo Hayek. Comte de joven militó en el Partido Comunista Francés, y quien hoy se define entre liberal de izquierdas y socialdemócrata, por lo expuesto anteriormente, sabe que el colectivismo no funciona, y no puede hacerlo desde un punto de vista teórico, como ya demostrase Von Mises.

Entonces, si una persona inteligente, y bien formada por lo expuesto tiende por definición a actitudes individualistas frente a las colectivistas, ¿cómo es que hay muchos de los llamados intelectuales que aún así siguen defendiendo el colectivismo? La respuesta es sencilla, o bien no son ni inteligentes, ni instruidos, o no tienen honestidad intelectual, o bien no gozan de más de uno de los tres atributos referido. Así, en España vemos continuamente actitudes, como los polilogismos que deberían hacernos dudar acerca de la honestidad intelectual de algunos de los denominados intelectuales. Por ejemplo, es habitual observar como éstos piden más impuestos, y lucha contra la alusión y evasión fiscal, probablemente para así ellos disponer de más subvenciones. Pero, paradójicamente, protestan cuando la subida de impuestos les afecta a ellos, como en el denominado IVA cultural, e incluso son pillados infraganti con dinero en sociedades offshore en paraísos fiscales como Panamá, en un alarde polilógico. Es decir, parece como si ellos no considerasen las cosas buenas o malas per se, sino dependientes de a quién afecten. De entre las muchas prácticas que denotan falta de honestidad intelectual, quizás ésta sea la más llamativa.

En conclusión, creemos que si analizamos pormenorizadamente lo dicho en estas breves líneas, acerca de lo que entendemos que se debería requerir para ser considerado un intelectual, y comparamos con lo observado en un buen número de los denominados intelectuales, solamente podemos concluir que la buena parte de éstos no merece tal calificativo. Por lo que quizás, deberíamos ser más prudentes a la hora de tomar en cuenta, y darle relevancia a lo dicho por estos.