Inteligencia y voluntad

Por José María José María Sanz @Iron8832016

Inteligencia y voluntad. Inteligencia propia ante inteligencia ajena, ante voluntad propia y ante voluntad ajena. O voluntad propia ante voluntad ajena, o ante inteligencia propia o ajena. Dos términos que se me han cruzado por entre los ojos mientras rodaba por los bordes mal recortados de la Nacional II, esos bordes rasgados que no se ven desde la autovía, donde los pueblos metidos en agujeros respiran como pueden porque se ahogan de soledad.

Inteligencia para rodar hace falta. Tienes que saber cuándo salir y cuándo no salir por mil razones: el tiempo, las condiciones de la moto, tus propias condiciones. Y también hace falta voluntad para rodar. Querer. Sólo querer. Con eso es suficiente. Pero lo bueno es cuando se conjuga la ecuación adecuada y acabas en Sigüenza lleno de colores, de luces, de sonidos, de olores que has recogido por aquellas carreteras de Dios.

Inteligencia y voluntad, y sus contrarios: la ineptitud y la desidia, que son poco amigas de tantas cosas. Usar la inteligencia, en ocasiones, no es fácil. Hay que ser inteligente para usar bien la inteligencia. Y la voluntad, que como los antiguos neumáticos Pirelli respecto de la potencia de los coches, sin control no sirve de nada.

Si cuando vamos en moto usamos la inteligencia y la voluntad y conseguimos que la una polinice a la otra, entonces la ruta a Sigüenza se convertirá en un placer.