Inteligencia para rodar hace falta. Tienes que saber cuándo salir y cuándo no salir por mil razones: el tiempo, las condiciones de la moto, tus propias condiciones. Y también hace falta voluntad para rodar. Querer. Sólo querer. Con eso es suficiente. Pero lo bueno es cuando se conjuga la ecuación adecuada y acabas en Sigüenza lleno de colores, de luces, de sonidos, de olores que has recogido por aquellas carreteras de Dios.
Inteligencia y voluntad, y sus contrarios: la ineptitud y la desidia, que son poco amigas de tantas cosas. Usar la inteligencia, en ocasiones, no es fácil. Hay que ser inteligente para usar bien la inteligencia. Y la voluntad, que como los antiguos neumáticos Pirelli respecto de la potencia de los coches, sin control no sirve de nada.
Si cuando vamos en moto usamos la inteligencia y la voluntad y conseguimos que la una polinice a la otra, entonces la ruta a Sigüenza se convertirá en un placer.