Un niño se ha escapado de casa y se esconde en un agujero en la tierra yerma. Acurrucado como un gazapo, sin comida ni bebida, permanece durante horas escondido de la cuadrilla que el alguacil ha preparado para buscarlo.Cuando por fin sale del pequeño zulo, se encuentra con un viejo pastor que, sin preguntas, lo acepta como pequeño aprendiz. Juntos vivirán días duros en la seca tierra, pero su compañía aliviará a ambos, hasta que un día... el alguacil da con ellos.
Se ha comparado a Jesús Carrasco con Faulkner y McCarthy. Son palabras mayores para mi gusto, pero no es difícil, a posteriori, hacer estas comparaciones si nos arañemos al propio ámbito de la novela, más que al estilo.Una novela dura, donde el paisaje se cierne cruel y descarnado bajo un sol abrasador que lacera cuanto toca; con personajes secos, firmes y duros acorde con el terreno y el modo de vida que les toca en suerte.Una ambientación que recuerda la crudeza de Yoknapatawpha de Faulkner y lo inhóspito del Texas de McCarthy al tiempo que resulta imposible no establecer una relación muy próxima entre el alguacil de Carraso y el Juez Holden de McCarthy.No se puede negar que Carrasco escribe con pasión, y que sus palabras llegan de lleno a calar hondo, pues emplea un lenguaje directo pero cuidado. Como el terreno que pisan los protagonistas, es un lenguaje escueto y conciso pero de gran precisión, economizando las palabras de tal modo que no sobra ni una, como no sobra el agua en el yermo.
Una novela de clara denuncia a los abusos en la infancia y a sus repercusiones pero con un fuerte sentimiento de justicia y amor soterrado que finalmente prevalece.
Tan sólo un pero antes de despedirme: el avance de las escenas resulta previsible en su mayor parte, pero no por ello se resta ni un ápice de calidad.
Para mi gusto, y aunque se le puedan sacar muchas comparaciones, una gran novela.