He de confesar que cada vez salgo menos a la calle.
Entre la inseguridad personal que nos tiene sitiados y en toque de queda y mis pocas ganas de enfrentar la realidad del país ya parezco un monje de clausura. Encerrado en mi claustro, el temor se despierta cada día antes que yo. Temor a la violencia y temor a la depresión.
Salir a la calle es mantener un constante diálogo con el miedo. Es enfrentar el deterioro acelerado que día a día se posa sobre cada espacio del país sin que muchas veces lo notemos, pero sintiéndolo. La depresión y el desgano nos pueden muchas veces y al llegar a casa, luego de una salida, uno siente que le han arrebatado una importante parte del país.
Todo este soliloquio viene porque hoy, venciendo el pánico del despertar, decidí salir para ir a acompañar al amigo Javier Rondón en la presentación…
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