Seguir adelante. Porque hay un momento, y eso lo has sentido tú, lo he sentido yo y lo hemos sentido todos los que alguna vez nos hemos subido sobre una bicicleta, en el que lo más fácil es decir que no, que no podemos más, que nos bajamos, que llamamos a casa y que vengan a recogernos. Pero no, es posible seguir, es posible ir un poco más allá explorar un poco más en el conocimiento de nuestro propio cuerpo, de nuestro propio sufrimiento, de nuestras propias condiciones. Por eso te vamos a enseñar aquí unas pequeñas técnicas, unos pequeños trucos, para poder ir un poco más allá. Trucos que, al menos a nosotros, nos funcionan, y que seguramente a ti también te ayuden, pese a que, quizás, tengas algunos propios que te sean más útiles.
Fatiga, calambres…
Uno de los trucos más básicos para ir siempre un poco más allá es ponernos pequeñas metas…es decir no pensar en los diez kilómetros que nos faltan hasta la cima del puerto o los cincuenta que nos quedan hasta llegar a casa, sino que podemos ir fraccionando esas ideas para hacerlas más asequibles. Así, los diez últimos kilómetros en realidad son diez tramos de apenas un kilómetro o, en puertos especialmente duros, innumerables tramitos de curva a curva o de árbol a árbol. Ponerse pequeñas metas (llegaré de pie sobre los pedales hasta esa curva, intentaré no poner el tercer plato antes de llegar a esa cabaña de ahí arriba, procuraré hacer los próximos diez kilómetros llanos bien acoplado sobre la bicicleta para ponerme muy cerquita de casa) es otro truco sencillo que nos puede servir en momentos de fragilidad.
Hidratarse para rodar
Huelga decir que el conocimiento del terreno es tan fundamental en estos casos como engañosos vamos a ser con nosotros mismos debido a él. Así, si sabemos que dentro de dos kilómetros de subida hay un descansillo de 500 metros podemos engañarnos pensando que nos quedan sólo 1500 metros hasta ese descanso, porque en realidad el último medio kilómetro nos permite verlo a lo lejos y eso nos dará fuerzas suficientes como para ascenderlo aunque sea a chepazos.
Ponernos un plan a cumplir también puede ser de mucha utilidad para esos momentos tan malos. Si ascendemos, por ejemplo, un puerto de veinte kilómetros podemos programarnos sorbitos de nuestra ponchera cada cuatro kilómetros, con lo que mantendremos la mente ocupada descontando los momentos que nos quedan hasta esa agua tan fresca. Claro, esto no se puede hacer en determinadas circunstancias de calor o esfuerzo, y no siempre es fácil llevarlo, por lo que nuestro consejo es que bebas pequeños sorbos cada poco tiempo o cuando tengas ganas. No obstante los espacios anteriores a nosotros nos han servido más de una vez, igual que hacer la misma programación con nuestras pequeñas barritas energéticas en interminables salidas llanas, donde uno nunca sabe cuando parar un ratito. Así, si pensamos que cada treinta o cuarenta kilómetros comeremos una barrita tendremos la seguridad de parar cada no demasiado tiempo y además tendremos pequeños objetivos que nos irán moviendo hasta el final.
Mañana te contamos más de esos truquitos.