Conoce al autor: L.E. Benítez
LPD: Seguramente te gustan varios escritores, ¿puedes nombrar alguno?
L.E.Benítez: En poesía mi maestro ha sido el poeta galés Dylan Thomas, de cuya influencia poderosa me costó mucho librarme. Sigo admirándolo incondicionalmente. En narrativa, mis predilectos son Cesare Pavese, el gran Benito Pérez Galdós (a quien hay que volver siempre), don Miguel de Unamuno, Arturo Pérez-Reverte y el maestro de la estructura novelística: Carlos Ruiz Zafón, a cuya obra La sombra del viento le debo muchísimo, en particular la comprensión de que la novela moderna tiene un discurso cinematográfico.
LPD: Otra pregunta complicada: ¿puedes decirme tus tres novelas favoritas?
LEB: Además de la ya citada de Ruiz Zafón, La Montaña Mágica, de Thomas Mann, y Bomarzo, del argentino Manuel Mujica Lainez, siendo estos últimos una obra y un autor prácticamente olvidados en mi país.
LPD: ¿Y alguna obra literaria te ha decepcionado?
LEB: Muchas, de las tantas que he leído. En particular me decepcionan aquellas obras literarias que comienzan muy bien y luego principian a languidecer, atrofiarse y a evidenciar que su autor no sabe cómo terminarla. Es muy frustrante iniciar tu lectura lleno de expectativas y comprobar la anorexia del texto a mitad de camino. Y me ha sucedido eso también con títulos muy publicitados y difundidos, lo que demuestra que aquello que " natura non da ", el departamento de mercadeo de la editorial no lo suple.
LPD: ¿Qué has leído últimamente?
LEB: Among the Ruins, del poeta estadounidense George Franklin, que recomiendo sin reservas. Hace muchísimo tiempo que un poeta no me impactaba así: Franklin es un poeta extraordinario, que tiene mucho para decir y sabe hacerlo con un lenguaje sencillo y directo, que te llega tanto a la sensibilidad como a la mente conceptual. La edición es de Katakana Editores, de Miami, Estados Unidos, y es bilingüe. Está disponible en Amazon.
LPD: ¿Recuerdas la primera novela que leíste?
LEB: ¡Esa sí que es inolvidable! A los cinco años me regalaron El Príncipe Valiente contra Atila, del genial Harold Foster, quien también se ocupaba de las ilustraciones. Devoré aquel libro, de la Colección Robin Hood.
LPD: ¿Cuáles son tus géneros literarios preferidos a la hora de escoger lectura?
LEB: Los mismos que cultivo: poesía, narrativa y ensayo literario.
LPD: ¿Eres capaz de explicar cómo te picó el gusanillo del escritor? ¿Cuántos años tenías?
LEB: Yo tenía doce años y hasta entonces no había escrito nada; sí leía muchísimo. En la escuela primaria, la bibliotecaria desconfiaba de que yo leyera efectivamente todo lo que me llevaba en préstamo, de manera que una vez me "tomó examen" y se asombró cuando le conté detalladamente el argumento de los tres libros que me había llevado a casa esa semana. De pronto, no sé cómo, a los doce años se me ocurrió escribir un cuento, titulado La Rata Verde; yo comencé escribiendo cuentos breves. El cuento era horrible -en el sentido de mal escrito- y no lo he guardado, afortunadamente, pero por esas fechas en mi escuela se organizó un concurso literario para los alumnos y con La Rata Verde gané el primer premio, un libro a elección. Yo pedí El Libro de las Tierras Vírgenes, de Rudyard Kipling. Pero por qué comencé a escribir, sigue siendo un misterio para mí y no me incomoda que así sea.
LPD: ¿Cómo nació la idea de escribir Los amantes de Asunción?
LEB: Yo venía investigando los procesos que llevaron a consolidar el modelo de país que terminamos adoptando en Argentina, después de 70 años de guerras civiles (más o menos ininterrumpidas), tras independizarnos de España en 1810. Quería escribir algo que, de alguna manera, refiriera tan complejas circunstancias, terribles unas, sangrientas otras, plenas de humanidad, heroísmo y también horror. Necesitaba un factor que uniera todas esas partes, que las vertebrase, al modo como un hilo atraviesa y une las cuentas de un collar. Al mismo tiempo, aborrecía la sola idea de escribir algo parecido a un manual de historia, cargado de fechas, cifras, etc. Quería que los personajes viviesen, palpitaran, con todos sus vicios, grandezas y miserias. En la obra hablo de hombres y mujeres célebres, de los que oímos hablar por primera vez en la escuela. Nos son presentados como más allá de la humano, como si no fueran al baño, no amaran, odiaran y sufrieran tal como nosotros lo hacemos. Entonces, me dije, el "hilo que une las perlas" puede ser una pasión, tal el amor entre Sarmiento y Aurelia, que se extendió -escándalos mediante, al estar ambos casados con otras personas- durante tres décadas. Treinta años plenos de los acontecimientos que, justamente, yo quería narrar. Y como dije antes, el recurso, la treta narrativa que hallé, fue apelar a los recuerdos de Aurelia. Claro que los diálogos tampoco son tan directos: apelo mucho a la alusión indirecta y la elusión, el indicio que queda pendiente hasta que algo lo resuelve ante el lector; básicamente, lo que sucede en la realidad de nuestras vidas, nuestras discusiones y confrontaciones. Por otra parte, al elegir la voz cantante de Aurelia, me guió otro factor. Hace unos años el doctor en Letras estadounidense Assen Kokalov, de la Purdue University, Indiana, publicó un ensayo acerca de mi narrativa, titulado La novelística de Luis Benítez: aproximaciones críticas a la historiografía, la mitología y la masculinidad patriarcal (Ed. Nueva Generación, Buenos Aires, 2015, ISBN 9789871395552). Tiempo después conocí a Kokalov en Buenos Aires y él me preguntó qué proyecto tenía. Le informé que deseaba "escribir como una mujer lo haría", al estilo de aquella obra de Stefan Zweig, Veinticuatro horas en la vida de una mujer (salvando la enorme distancia entre el gran escritor vienés y quien esto escribe). Y esa aspiración de lograr un discurso similar al femenino, con esa cosmovisión, me llevó a intentarlo en mi siguiente trabajo, que terminó siendo Los Amantes de Asunción. Esto no tiene nada de sexista o cosa por el estilo. Sucede que el discurso literario femenino apela a otros resortes, recorre otros caminos, ofrece, insisto, una cosmovisión diferente, desde mi punto de vista inclusive más rica que la que ofrecemos los escritores. Esa es simplemente mi opinión al respecto y yo quería experimentar ese cambio de estilo, al menos en buena parte de una narración extensa, como lo es Los amantes de Asunción. Los lectores, para mi tranquilidad posterior, me aseguraron que está logrado.
LPD: Toda novela tiene alguna escena más complicada de escribir, ¿existe esa escena en Los amantes de Asunción?
LEB: ¡Varias son! En particular, cuando debía explicar hechos políticos muy complejos, que se relacionan unos con otros. Me horrorizaba la posibilidad de aburrir a muerte al lector, el gran peligro de la novela histórica cuando pierde su eje ficcional y se desliza a terrenos propios de la monografía universitaria, respetable como ella es, pero destinada a otros ojos. La ficción, así sea histórica, debe ser primordialmente ficción y obedecer solo a sus propias reglas. El atajo que encontré fue poner la narración del hecho en cuestión en boca de Aurelia y sus contemporáneos -los personajes secundarios y terciarios de la narración- con sus contradicciones de opinión, sus discusiones y demás, de manera que el lector recibiese el relato de una batalla, un golpe de Estado, una masacre, por ejemplo, del mismo modo que si estuviese allí, en el siglo XIX, lo que le da ritmo a la narración, por una parte, y por la otra la torna aun más verosímil. Vamos, es como si a ti viene uno y te cuenta: "¿ A qué no sabes Ana lo que acaba de suceder en Poble Sec? Pues oye...". Y tú, tras oír atentamente cuanto aconteció, replicas: " ¡Que no me lo creo! Diga lo que diga la prensa esas son todas gillipolleces, yo opino que... ". ¡Funciona! El recurso me sacó de varios apuros a lo largo de toda la novela.
LPD: ¿Te sientes identificado con algún personaje de Los amantes de Asunción?
LEB: Con varios personajes de la novela. Se dice que en cada personaje el autor pone algo de sí, de sus experiencias, sentires y demás. En tal sentido, vengo muy repartido entre Aurelia, Sarmiento y unos cuantos personajes secundarios, como el mayor Ramón Gutiérrez y Abregú, por ejemplo.
LPD: No me puedo olvidar de la portada. ¿Me puedes explicar cómo fue el proceso de elección?
LEB: Eso es mérito completo del Departamento de Arte de Editorial Vestales, lo mismo que todo el resto de los detalles que hacen de Los amantes de Asunción un objeto-libro tan agradable. Cirtamente esa portada le ha gustado a todo el mundo y con razón. A mí me encanta: los editores y los artistas que trabajan para ellos han sabido interpretar cabalmente el espíritu de la novela al dotarla de una presentación como esa.
LPD: ¿Qué le dirías a un lector que duda si leer Los amantes de Asunción?
LEB: ¡Que se arriesgue! A veces la novela histórica, y más cuando tiene un número importante de páginas, atemoriza al posible lector, pero como me han dicho varios que han corrido el riesgo de sumergirse en mi novela, a las pocas páginas te sientes "como en casa", aunque rodeado de mujeres y hombres que vivieron, sufrieron, amaron, odiaron y demás en un tiempo muy anterior al tuyo. Se trata de una novela que atraviesa varios géneros: es histórica, contiene romance, aventura, peripecias, detalles de trama policial y de novela negra, habla de política, te pasea por Buenos Aires, Asunción del Paraguay, París, el Piamonte, Roma, varios sitios de Brasil, Suiza... Conocerás la miseria de unos y el esplendor de otros y verás que, a pesar de la diferencia en tiempo y espacio, la humanidad básicamente ha sido siempre la misma, atormentada por similares pasiones, obsesionada por iguales sueños, asediada por parecidas circunstancias.