Desde varios de los actores principales que protagonizan el fútbol internacional, se lleva varios años intentando conseguir que se apliquen nuevas normas para, de algún modo u otro, reducir las polémicas arbitrales. La diversidad de las normas va desde la inclusión de uno o varios árbitros más, hasta introducir tecnología cómo el ojo de halcón. No vamos a entrar en si son más o menos adecuadas o si su grado de eficacia podría ser el suficiente como para justificarlas.
El propósito del artículo es el de dejar por escrito una reflexión al aire. Los estamentos organizadores del fútbol (FIFA, UEFA, LFP, FEF…), por medio de los árbitros, se guardan un as en la manga para poder influir en los resultados de los partidos de las competiciones que rigen.
No hay datos objetivos para constatar este hecho pero tampoco creo que haya demasiados argumentos como para desmentirlo, las polémicas arbitrales parecen tener una absurda rentabilidad, llenan portadas, dan excusas para periodistas, directivos, entrenadores, jugadores y aficionados y forman parte del juego tanto como los regates o los goles.