Interestelar

Publicado el 08 noviembre 2014 por Diezmartinez

Hace 30 años, en la Universidad, tuve una maestra de Física Moderna que era una nulidad como docente pero, eso sí, era muy simpática. Nadie del salón sacó algo útil de esa clase, a no ser una calificación alta y aprobatoria, por supuesto.De cualquier forma, tengo la sospecha que aunque me hubiera dado clases Stephen Hawking habría sido lo mismo: esos temas centrales de la física teórica como la relatividad, la relación ente el tiempo y la masa con la velocidad, los agujeros negros y la probabilidad de hacer viajes en el tiempo nunca me interesaron mucho.Perdón por iniciar la crítica de Interestelar (Interstellar, EU, 2014) con esta digresión, pero debo confesar que durante varios segmentos de esa película, recordé esas clases de Física Moderna en las que la bendita profesora se hacía pelotas con temas que, evidentemente, no entendía ni dominaba. Nunca importó demasiado en realidad: ella hacía como que explicaba y todos los estudiantes hacíamos como que le entendíamos. Y todo mundo contento.Algo similar me ocurrió al ver las sesudas explicaciones de Interestelar. Aunque es evidente que Christopher Nolan y su hermano Jonathan saben de física teórica más que mi lejana maestra universitaria -incluso para la escritura del guión recibieron la asesoría del destacado físico teórico Kip Thorne, quien aparece en los créditos como productor ejecutivo-, la realidad es que tampoco es necesario poner demasiada atención en ello. Vamos, usted haga como que le entiende a todo y se la pasará mejor.Al final de cuentas, todas esas disquisiciones sobre la relatividad y los viajes en el tiempo -con el consabido ejemplo del papelito doblado, que juro haber visto en alguna otra parte- terminan siendo un mero McGuffin para el resultado que ha obtenido Nolan en su más reciente filme: no hacer su propia 2001: Odisea Espacial (Kubrick, 1968), como algunos han dicho, sino su propio y muy personal El Campo de los Sueños (Robinson 1989). He aquí, pues, El Campo de los Sueños... Espaciales: en un futuro distópico más o menos cercano, el granjero Cooper (Matthew McCounaghey) y su precoz hijita Murph (Mackensie Foy) descifran un mensaje -dictado por un fantasma, por un alien, por diosito o por los hermanos Nolan- que lo hace llegar a las oficinas secretas de la NASA que, en vista de la crisis alimenticia y económica que vive el planeta, supuestamente habían sido cerradas. En realidad, no ha sido así: un grupo de científicos, liderados por el sabio y melancólico Dr. Brand (Michael Caine, ¿quién más?) dirige un proyecto que podría significar la salvación de la humanidad. La misión imposible es viajar a través de un agujero negro que se encuentra cerca de Saturno para llegar a otra galaxia en donde, aparentemente, hay por lo menos tres planetas en los que podría haber condiciones para sostener la vida humana. Cooper, un antiguo astronauta que se quedó sin empleo al cerrar la NASA, ha sido enviado ahí por ese "fantasma" (o "alien" o Dios o lo-que-sea) para ser el líder de esa expedición, por lo que dejará en la Tierra a su adolescente hijo Tom (que crecerá para convertirse en un amargado Casey Affleck) y a su precoz hijita Murphy (que crecerá para convertirse en una brillante pero resentida Jessica Chastain ya de adulta).Señalé antes a El Campo de los Sueños y no a 2001 como la inspiración (¿involuntaria?) de Interestelar porque, a diferencia de las preocupaciones filosóficas de Kubrick, Nolan apuesta aquí por temas mucho más terrenales, humanos y sentimentales, por más que sucedan en otra galaxia o, incluso, en otra dimensión. Básicamente, lo que dice Nolan en Interestelar es que todo se reduce al poder (¿irracional?) del amor. Nuestra especie ha aprendido a sentir cosas inútiles -digamos, a amar a nuestros familiares ya fallecidos- y acaso por eso mismo -y no por nuestra capacidad de usar la razón- merecemos sobrevivir. Por eso mismo, como en El Campo de los Sueños, Cooper encontrará la última justificación a su misión imposible cuando se reencuentre finalmente con su hija. Sí, pues, se trataba de salvar a la humanidad, pero también (¿y principalmente?) de salvar su relación con su hija.Como suele suceder con la mejor obra de Nolan -e Interestelar, a bote pronto, me parece de lo mejor-, los inevitables lastres que arrastra su cine -en este caso, los ya mencionados choros fisico-teóricos, la profusión de diálogos redundantes y el (para mí) flagrante miscast de Anne Hathaway en el papel de una competente astronauta- nunca hunden por completo una magistral narración siempre fluida que llega a ser deslumbrante visualmente -esa entrada al agujero negro, esa ola inmensa que se traga la nave espacial-, genuinamente emocionante -ese montaje paralelo espacial/terrenal- y eficazmente sentimental, como en esa toma extendida en la que vemos a Cooper darse cuenta de las consecuencias de la teoría de la relatividad. Se trata de un momento notable, único, en la obra de Nolan. ¿Digno de Kubrick? Nah, para nada. Digno de Capra. O de Phil Alden Robinson, si usted quiere.