Por ahí, por aquí dentro. Interiores. Donde vamos dejando trastos tan inútiles como queridos. Donde tendemos pantalones cuando llueve y sentimientos cuando lloramos. Detrás de los portales y a salvo de miradas. Trozos de derrotas, trofeos oxidados de victorias sin importancia. Tiestos tristes. Allí donde lo que nos define no se muestra y anda en siestas eternas. En el patio interior dejamos trastos viejos y nos vamos quedando poco a poco. Indultamos inutilidades varias y colgamos sonrisas usadas y vueltas a limpiar de algún tropezón vivido.
Nos miramos demasiado poco por esas paredes cerradas a todo. Lo justo para dejar algo viejo y echar un vistazo como quien echa una moneda al pobre. Lo necesario para usar las cuerdas y volver a colocar todo en los armarios. Pero los patios tienen el mismo cielo que las calles. Mirando hacia arriba todo es lo mismo. Como las sonrisas y los pesares, como las miradas y los recuerdos. Todos tenemos interiores.