El cuerpo humano es hermoso. La piel, los contornos, las curvas y los ángulos, la textura, el vello, el iris, los labios... el olor. Sin embargo nos detestamos por dentro. Nuestro interior es rechazado como un tabú que da miedo sólo nombrarlo porque nos recuerda nuestra fragilidad y, quizás, nuestro parecido con cualquier otro ser vivo. Es al cuerpo humano lo que el hierro y el cemento a un edificio: argamasa horrible y oculta, pero necesaria. Una idea es bella, pero el cerebro que la emite nos produce arcadas; la comida nos es grata, pero el estómago que la transforma nos repele; el aire nos mantiene vivos, pero los pulmones que nos lo reparten por el cuerpo nos parecen espectros frágiles y rotos. ¿Por qué rechazamos lo necesario? ¿Por qué la naturaleza nos ha hecho desagradable el olor de nuestros intestinos? ¿Por qué nos enamoran los tonos verdosos de un ojo y sus conexiones interiores nos repelen? ¿Cómo somos por dentro? Nuestra respuesta es poética. Leer en Libro de Notas