Revista Maternidad

Internet, las fotos, los niños y otros cócteles peligrosos

Por Lamadretigre

Foto 1 El otro día, hablando con mi amiga la de Suiza, la única persona sobre la faz de la tierra capaz de encontrar marido en la Oktoberfest, me preguntaba si no me da miedo poner fotos de las tigresas en el blog.

La respuesta es que sí, claro que me da miedo lanzar las caroflas sin pixelar de mis hijas a las fauces de internet.

Como también me da miedo que esquíen, que vayan en coches o cualquier otro vehículo motorizado sin mí -y también conmigo-, que se abran la crisma con la bici o que se atraganten con un calamar a la romana.

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A mí me da miedo, terror más bien, todo lo que suponga un riesgo, por remoto que éste sea, para la integridad física o psíquica de mis preciadas tigresas.

De hecho ese fue el cambio más notorio en mí cuando nació La Primera. Tanto es así que el padre tigre aseguraba que podía conducir con los ojos cerrados porque ya me encargaba yo de prevenirle contra cualquier desaprensivo al volante con varios kilómetros de antelación.

Recuerdo pasear por mi otrora inofensivo barrio residencial y verlo todo con otros ojos. Cualquier viandante me parecía un secuestrador en potencia, las grúas unos armatostes dispuestos a dejar caer su carga sobre mi bebé de estreno y los coches unas máquinas de destrucción masiva.

Yo soy de esas que se sientan en una terraza y enrollan la pierna al cochecito no vaya a ser que se lo lleve el viento. Soy la loca que casi hace detener al pobre conserje del colegio de La Primera porque me parecía harto sospechoso que hubiera un adulto sin niño en el recreo de primaria, y la desquiciada que le dice a su padre que no puede llevarse a las niñas a Marbella en coche por si le da un ictus por el camino.

Entenderán pues que el día que decidí abandonar los filtros acalla conciencias en Instagram no fue a la ligera. Como todo en esta vida,  la decisión de poner fotos de mis hijas sin camuflar en internet ha sido un proceso largo de más de dos años en los que poco a poco me he ido sientiendo más cómoda compartiendo ciertas facetas de mi vida y mi familia.

De la misma manera que cuando apunto a mis hijas a un curso de esquí, consciente de los riesgos que ello entraña, las mando con casco, un monitor cualificado y un chaleco reflectante, cuando pongo fotos de mis niñas en el blog, o cualquier otro soporte cibernético, lo hago después de haber tomado ciertas medidas para que el riesgo que asumo esté dentro de lo que considero razonable.

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Poseída por el espíritu del mismísimo Colombo, antes de arrancarme por soleares con un reportaje gráfico de las tigresas, llevé a cabo un minucioso cribado del ciberespacio.

  1. Lo primero que hice fue hacer limpieza en Google:
    • El proceso es sencillo, insertas tu nombre en todopoderoso buscador para ver qué información te encuentras y qué datos sensibles como dirección o número de teléfono aparecen. Pedí entre otras cosas que me retiraran de un par de directorios telefónicos y limpié los perfiles públicos de varias redes sociales.
    • La operación se repite con todas las derivadas de tu nombre, motes y similares.
    • También me aseguré de que ni  los nombres de mis hijas, ni ninguna información relevante sobre su vida o su paradero, aparece por ninguna parte. Esta es la razón por la que no suelo dejar constancia escrita del nombre de mis tigresas.
    • Procede también revisar la sección de imágenes so pena de encontrarnos allí con alguna reliquia del pasado poco favorecedora.
  2. Acto seguido me personé en google analytics para revisar todas esas búsquedas extrañas que me mandaba Google de vez en cuando. Antes me hacía mucha gracia ver las barbaridades con las que llegaba gente a mi blog pero, de cara a poner a mis tigresas de escaparate, los rarunos dejaron de ser bienvenidos. Identifiqué los posts que generaban estas búsquedas extrañas, cambié las palabras que estaban atrayendo a semejante banda de pirados e incluso borré los dos posts que más búsquedas de este tipo atraían. Desde entonces lo más raro que me ha mandado google es “hábitos del tigre de bengala”.
  3. Muy importante para todo el que tenga un blog comprobar qué información aparece en el whois del dominio. No os sorprenda encontrar vuestro nombre completo, vuestra dirección exacta y vuestro teléfono. Quién dijo miedo. Para evitar esto existen los registros privados.
  4. Muerte a la geolocalización: Ojito con esto especialmente en Instagram, comprobad que no está colgando vuestras fotos en el mapa porque se puede hacer zoom hasta la calle en la que vivís.
  5. Los hashtags los carga el demonio: Curiosamente hay una doble moral en esto de las fotos infantiles. Parece que cuando uno pone fotos de sus niños en su blog poco más o menos que los ha vendido a un mercado de  carne. Sin embargo, cualquiera diría que Instagram, el paraíso fotográfico del ciberespacio, es otra cosa y se comparten las fotos con otra alegría. Yo lo tengo claro ¿qué mejor base de datos de fotos infantiles que el hashtag #kids de instagram?
  6. En cuanto a las fotos en sí, hay que fijarse que no aparezcan las matrículas de los coches, los nombres de las calles y mucho menos el del colegio. Si mis hijas tuvieran  un uniforme fácilmente reconocible también evitaría sacarles fotos con él. Por esto mismo, aunque no me duelen prendas en compartir fotos de las tigresas en el blog, no suelo firmar los consentimientos para que aparezcan en la web del colegio, prefiero que no sea tan fácil localizarlas.

A parte de estas normas básicas de seguridad, tengo un código de etiqueta para las fotos que comparto como no poner fotos en paños menores o sin ellos, ni fotos en la bañera o ducha aunque no se vea nada. Ni siquiera comparto fotos en las que tengan una actitud demasiado adolescente o una pose rara o retorcida. Fotos en traje de baño las justitas y ante la duda mejor evitarlas.

En cualquier caso, compartir parte de tu vida o la de tus hijos en cualquier medio público es una decisión muy personal que cada uno debe sopesar, valorar y decidir en consecuencia.

De momento estoy tranquila con la información que comparto, pero si en algún momento me surgen dudas, descuiden, no me temblará la mano para darle cerrojazo al blog y enrolarnos en algún programa de protección de testigos de esos que vienen con una identidad nueva en algún pueblo de Alabama.

Entre tanto, se agradece cualquier consejo para incrementar la seguridad cibernética de la familia tigre.

Post Data: Me acabo de dar cuenta de que tanto el email como el formulario de contacto de la página de contacto estaban mal. Si me habéis mandado un email y no os he  contestado lo más seguro es que no lo haya recibido, lo siento. El email de contacto es: [email protected]

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