Internet nos hace… ¿libres?

Publicado el 01 febrero 2011 por Cooliflower

“Creo que nos encaminamos hacia una sociedad más parecida a lo que anticipó Huxley en Un mundo feliz que a lo que describió Orwell en 1984. Renunciaremos a nuestra privacidad y por tanto reduciremos nuestra libertad voluntaria y alegremente, con el fin de disfrutar plenamente de los placeres de la sociedad de consumo. “

La frase está pronunciada por Nicholas Carr (Un mundo distraído, El País), uno de los nuevos pensadores que filosofa sobre esta seudo-religión. La red de redes es un fenómeno inmenso y anárquico sin el cual sentiríamos el ordenador vacío, huérfano de ideas. Internet se ha convertido en la herramienta de la obtención inmediata, del “aquí y ahora”. Todo es posible con la lámpara de Aladino a golpe de clic… no exenta de sus propios demonios.

La pasada Navidad, “un amigo” enfermó, coincidiendo con su segunda tentativa de abandonar Facebook (que no Internet, sin información actualizada moriría de inanición). El abandono se produjo, entre otras circunstancias, por la falsedad de un mundo hecho por y para la pura exhibición. Cada día recibía cervezas virtuales, corazones virtuales, caballitos virtuales (¿?)… La realidad empezaba y acababa en la pantalla. ¿Quienes eran ellos? ¿Qué sabían en realidad de su vida? ¿Para qué demonios servía un caballito virtual? Puesto fuera de circulación y recluido en su domicilio, dejó de existir. Ya recuperado, sin haber recibido ni una sola llamada, alguien comentó “claro, desde que has dejado Facebook no sabemos nada de tu vida”. Así decidió volver a Facebook. No lo pudo resistir: fuera del inmenso escaparate pixelado se imaginaba agonizante, diogenizado, desempleado de por vida y sin amigos (virtuales o no). Recordó al humorista Dave Barry: “Internet es una red gigante internacional de inteligentes e informados entusiastas del ordenador. Quiero decir, “personas sin vidas”. (No nos importa, nos tenemos unos a otros…)”.

Pero Internet (ultracorporal, banal, disperso, pornográfico y egoísta) también es el medio democrático para acabar con la tiranía. El activismo en la red tunecino ha impulsado una de las revoluciones ciudadanas más rápidas de la historia. La magia de la comunicación ha depositado la semilla del descontento en otros países, que despiertan de su letargo ideológico y aspiran a la libertad, Internet mediante. Hoy es Egipto… mañana, ¿Quién sabe? Esto no ha hecho más que comenzar. Internet puede salvarnos o destruirnos, convertirnos en dígitos impersonales o solidarios activistas internacionales.

Y después de conseguir una humanidad mejor, por favor, que alguien escriba una manual para beber cerveza virtual subido a lomos de un caballito ficticio.

Un día sin Internet