Revista Comunicación

Internet para “periodistas buenos”, es decir, periodistas

Publicado el 24 abril 2013 por Solano @Solano

En estos días reflexionaba con algunos colegas sobre la tendencia a sentir que el oficio del periodismo se completa con quedarse apuntalado a una silla mullida y desde allí disparar textos.

Internet ha traído cosas muy importantes para el oficio: Tener plataformas nuevas para producir, editar contenidos y publicar contenidos en distintos formatos que exciten los sentidos y, sobre todo, para acceder a información que por otras vías toma más tiempo.

La investigación tradicionalmente ha acudido a fuentes vivas y a ‘fuentes muertas’ (documentos). En ambas dimensiones, la red ha sido fundamental: Pasamos del dispendioso proceso de revisar documentos oficiales en anaqueles oxidados y mal atendidos por funcionarios caraduras (muchas veces) a insertar unas palabras claves en buscadores que nos llevan a los resultados esperados en cuestión de segundos.

Pero quizá lo que más ha empalagado de felicidad a los periodistas ha sido la posibilidad de rebajar intermediaciones para acceder a personajes que por las vías tradicionales resulta más lento o a veces imposible cuando una secretaria o un asesor distancian más a la fuente para justificar su sueldo. Muchas figuras públicas están a la distancia de un correo o de un tuit. Es evidente que esto representa un alivio a la hora de hacer reportería y conseguir a una figura pública para una entrevista.

Eso ha llegado a tal punto de que la agenda en muchos medios pasa ahora por ver qué escriben las figuras públicas en Twitter. Al abusar del recurso, los noticieros y los programas de entretenimiento crean noticias con la espuma de un tuit. Todo parece convertirse en susceptible de ser noticia, aunque no sea más que un acontecimiento ordinario que adquiere notoriedad por la visibilidad del implicado. Desde la llevada del perro al veterinario por parte de una modelo, hasta el estertor senil de un ex presidente encalambrado en sus celos…

Con estas situaciones, es el periodismo el que parece entrar en calambre, se enquista la pereza, se aplaude el facilismo. Y a Internet terminan de echarle la culpa todos los públicos, como si la culpa de un homicidio fuera del revólver y no del francotirador.

Periodismo bueno y malo se puede hacer en cualquier plataforma. En el papel hay colegas excelentes y otros abominables y en las pantallas, igual. Al “periodismo malo” hay que dejar de llamarlo así porque sencillamente no es periodismo; y al “bueno”, hay que denominarlo sencillamente ‘Periodismo’ porque no puede haber otra forma de hacerlo que con compromiso y responsabilidad.

Internet estimula, en los que son mediocres, ese ‘periodismo de hemorroides’, esa práctica de no pararse del sillón para hacer reportería, de casarse con los datos habidos por una fuente sin verificar en el asfalto lo que los datos dicen.

En cambio, en los colegas que son buenos periodistas, Internet ofrece pistas en las fuentes de segundo grado, en esas ‘fuentes muertas’ que son los documentos para hacer reportería, ejercicio fundamental e ineludible a la hora de construir una historia.

Cuando el periodista sale de la redacción, armado de su libreta de apuntes, y quizá de su cámara y su grabadora o del dispositivo móvil que le remplace todas las anteriores, le faltará un solo elemento que será el más importante de todos antes de ensuciarse los zapatos: La curiosidad como ropaje del objetivo.

Cuando hay curiosidad, una idea en la cabeza, capacidad narrativa y un sentido de servicio a la audiencia, esas historias en la calle tienen el beneficio de salirse de la agenda pública, repetida y manida, para escribir la propia.

Que no se deje de lado Internet para hacer periodismo es una recomendación saludable, pero que no se olvide el criterio para hacer ese periodismo, es imprescindible.


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