Internet y la destrucción cultural

Publicado el 31 julio 2011 por Manuelgross

Fernando Núñez Noda 
InfoCiudadano  

Bueno, obviamente el título es una exageración (pero a veces me gusta subirle un poco el volumen a los encabezados). Después de todo, la gran red es una infraestructura donde se puede aprender o perder conocimientos; donde informar uno o confundirse. Depende de los usos humanos.

Hay aspectos de la gran red que logran trivializar, deconstruir y empobrecer la cultura que pretendemos potenciar con las tecnologías de la información.

No obstante, con la insistencia en que Internet es un paso decisivo en el desarrollo de la mente colectiva contemporánea, en que la web y los servicios en línea cambian a diario todas las facetas de la vida tecnológica, en que se crea una cibercultura que dictará las pautas sociales del mañana…

… Se corre el riesgo de exagerar, soslayar otros factores y opacar aspectos no tan auspiciosos, que hacen de la nube IP terreno fértil para torpedear la cultura formal de los pueblos y las épocas.

Muchos observadores (desde expertos hasta padres de familia) se quejan de efectos perniciosos en la cultura. En esta serie mencionaré algunos.

Memoria transplantada

¿Sabe que significa 'memoria transaccional'? ¿Qué importa si existe Google? Allí averiguamos que es el auxilio externo para complementar la propia memoria. Por ejemplo, cuando apelamos a familiares y amigos: '¿Cómo se llamaba aquel amigo de…?'

Pero normalmente usamos este recurso como un complemento. No estamos permanentemente preguntándole a la gente lo que queremos recordar. Y cuando aprendemos algo lo guardamos en la memoria para uso futuro… no lo documentamos y ponemos en archivo externo.

Bueno, hasta que llegaron los buscadores y, especialmente, Google. La memoria personal se usa menos, porque hay más facilidad de logro sin recordar el contenido, sino cómo llegar a éste. El disco duro de la memoria, pues, queda fuera del cerebro o diluida en un 'cerebro externo', colectivo, una 'memoria transaccional' allá afuera.

Psicólogos y sociólogos lo llaman el 'efecto Google'. Reporta la revista Science de julio 2011, que Betsy Sparrow (Universidad de Columbia),  se preguntó '¿Cómo recordábamos las cosas antes de Internet?' y condujo un estudio  con centenares de estudiantes.

Sus resultados confirman que los usuarios actuales, instintivamente, colocan o dejan sus contenidos en la nube IP. Antes dependían más del propio recuerdo. No obstante, llegan a ser 'notablemente hábiles en encontrarlos'. Recordamos dónde tenemos la información aunque no recordemos su mensaje, aunque nunca lo hayamos leído.

Para Roddy Roediger, un psicólogo que cita Science, 'Cambian los patrones de aprendizaje ¿para qué recordar si podemos buscarlo otra vez?'. Los críticos denuncian que se diluye la propia identidad (hecha, según Jorge Luis Borges, de recuerdos). ¿La génesis de The Matrix?

Posiblemente se cumpla aquello de sobrecargarnos de información a la par de perder conocimientos. Una generación que empobrece su memoria biológica, que delega en las máquinas sus propios recuerdos. ¿Qué hacen si se va la luz? ¿Y si cae la conexión a Internet? He leído de esas implicaciones  y no recuerdo dónde. Ah, pero Google…

Privacidad pública

Ya hemos hablado en esta columna sobre la preocupación de la gente por la privacidad y seguridad de los datos que aporta a un sitio, o servicio en línea, al registrarse. Hay empresas de minería de datos ('data mining') que toman esta información para hacer mercadeo (o spam), de forma legal pero a veces no tanto.

El senador estadounidense John Kerry está por presentar al Congreso una ley para las empresas de data mining a permitirnos saber qué tienen de nosotros, editarlo o sacar nuestros datos de la lista. Dice Kerry que los 'spammers' no tienen 'código de conducta, ni estándar y… nada salvaguarda la privacidad o establece reglas de camino'.

La Comisión Federal de Comercio de EE.UU. (FTC, siglas en inglés) ya ha dado un paso con los navegadores y sus 'cookies' (archivos que recolectan información sobre el equipo y su usuario). El FTC ha requerido a los navegadores web una opción de 'no tracking', es decir, un bloqueo a la función por la cual absorbe datos de nuestra computadora y nuestros espacios web a medida que navegamos.

El problema con las 'cookies' surge cuando empresas que nada tienen que ver con los servicios originales toman lo que es nuestro simplemente porque está allí (en los registros de navegación).

Facebook es un caso emblemático. De forma permitida o no, hay programas robots que copian datos del Muro y del News Feed. Los spammers, principalmente a través de las aplicaciones, toman estos datos y así saben ya no solo de un usuario, sino sus amigos. Una cláusula de los actuales Términos de Uso indica claramente: 'Podríamos compartir su información con terceras partes, incluyendo compañías responsables con las que tenemos relaciones'.

Mucha gente cree que basta restringir la seguridad de su cuenta para blindarse contra spammers o hurgadores. Esta es una ilusión que a los mercadeadores inescrupulosos les conviene mantener. Yo busco información sobre el iPad y al poco tiempo recibo correos con ofertas e incluso anunciando que me gané una (cosa que no es tal, es más spam sin premio alguno). A cada acción en la interfaz puede corresponderse una respuesta 'spámmica'.

Twitter y la ligereza

La red de los 140 caracteres es mi favorita. En manejo de información y creación de comunidades, me parece inigualable. Pero no está exenta de críticas, desde sus inicios hace cinco años.

Un artículo del Wall Street Journal en mayo de 2008 (el servicio era joven aún), dice que 'los usuarios de redes de información tipo Twitter están empezando a sentirse demasiado conectados, al lidiar con el chequeo de mensajes a horas intempestivas, el aumento de la factura móvil y la necesidad de decirle a los conocidos que dejen de anunciar lo que están cenando'. Eso ocurre en Facebook también y con el email.

El cronista de temas tecnológicos Bruce Sterling hace su equivalencia: 'Usar Twitter para la comunicación alfabetizada es parecido a encender un radio CB (de banda ciudadana) y escuchar a alguien recitar La Ilíada'.

Comenta Clive Thompson, un redactor de cibersociedad,  que 'para muchos, la idea de describir paso a paso las actividades de alguien con tanto detalle es absurdo' y pregunta: '¿Para qué someter a sus amigos a semejante minuta diaria? ¿Cuánto de esa trivia puede uno absorber?'

La tasa de retención de los usuarios de Twitter es baja. Según una medición de Nielsen Online, en 2009, no pasa de 40%. Eso implica que muy poco de lo que se publica queda, la evanescencia es la norma. Mediciones de Twitter Corp mismo, señalan que sólo 3% de los usuarios es productor activo de contenido mientras que 7% se dedica a rebotar información de terceros.  ¿El 90% restante? Lee principalmente. Son espectadores pasivos, indiferentes o se han ido. Si uno no le construye el sentido a esa navegación, Twitter puede ser bastante inútil.

La ligereza, o como diría Kundera: 'la levedad', invade también el periodismo. Sebastián de la Nuez criticaba, en un artículo de TalCual, a una periodista que en programa nocturno de TV leía aleatoriamente en su Blackberry a Twitter. Le otorgaba validez a cualquier dato, no importa quien lo mandara, tal cual aparecía en su pantalla.

Y luego la fragmentación y caos. Hay noticias auténticas, generadas por organizaciones reconocidas pero los titulares y contenidos pasan por el 'timeline' de miles de personas y se deforman, se les agregan datos, por desconocimiento, por buena voluntad, por mala voluntad… En Twitter se convierten en una mezcla de lo auténtico y lo apócrifo, de lo sistemático y lo aleatorio, de lo propio y lo ajeno. A veces no se puede discernir.

Como ven, hay aspectos de la cibersociedad que golpean la cultura, esa misma que quisiéramos preservar y optimizar con Internet y sus múltiples encarnaciones informacionales.

Fernando Núñez Noda

(@nuneznoda en Twitter)
MIAMI (infoCIUDADANO)
26/Julio/2011

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Fuente: InfoCiudadano  

Imagen: Internet search